miércoles, 20 de octubre de 2010

EL CONFLICTO CON EL MUNDO ÁRABE (V). Jorge Álvarez

Las primeras rebeliones, las primeras frustraciones.

Irak

Ya hemos visto cómo los franceses sofocaron sangrientamente la rebelión árabe en Siria. En 1921 el rey Feysal acabó de monarca títere de los intereses imperialistas británicos en Irak al igual que su hermano Abdullah en el recién creado emirato de Transjordania. Gran Bretaña hubo de emplearse a fondo desde el primer momento, pues la mayoría chií de Irak no veía con buenos ojos al nuevo rey sunní e incluso muchos árabes sunníes se oponían, no tanto al rey, como al hecho de que éste fuese un peón de los intereses imperialistas británicos. Además, en el Tratado de Sevres (10 de Agosto de 1920) Gran Bretaña se había comprometido a reconocer el derecho a la independencia del Kurdistán. Pronto habrían de descubrir los kurdos de Irak que los británicos no albergaban la más mínima intención de cumplir este compromiso.

El Foreign Office conocía la riqueza petrolífera del subsuelo kurdo (Mosul) y estaba firmemente dispuesto a incorporar este antiguo territorio otomano al Irak que sus tropas ya controlaban. Al sur de Irak, integrada en la provincia otomana de Basora se encontraba Kuwait. Ya antes de la Primera Guerra Mundial los ingleses habían arrebatado a los turcos el control de Kuwait. Después de la guerra, lo lógico hubiese sido incorporar Kuwait a la región de Basora. Sin embargo, como éste era un territorio que, a diferencia del Kurdistán, ya estaba en poder de los británicos, éstos prefirieron mantenerlo como estaba, bajo el poder teórico de un emir “amigo”. De esta forma tan caprichosa surge el rompecabezas iraquí. Una mayoría chií eminentemente rural de más del 50% puesta bajo el control de una minoría urbana sunní (menos de un 20%) encabezada por un rey sunní y dirigida por funcionarios sunníes al dictado de los británicos. Y un territorio kurdo al norte que nunca se sintió árabe ni mucho menos iraquí.  Intentando frenar las numerosas revueltas que brotaban por todo Irak y que se saldaban con decenas de miles de muertos kurdos y árabes de un lado y de centenares de indios de las tropas coloniales británicas del otro, el gobierno de su graciosa majestad decidió poner fin al mandato y conceder la independencia a la nación. En 1923 Irak se convirtió en un país independiente bajo la forma de una monarquía a cuyo frente se hallaba el hachemita Feysal I. Los rebeldes iraquíes y kurdos del comienzo de la década de los veinte sufrieron una feroz represión por parte británica que se calcula en casi 100.000 bajas. Muchos civiles fueron asesinados o mutilados por indiscriminados bombardeos en los que la fuerza aérea británica empleó gases asfixiantes, 60 años antes de que Sadam Hussein recurriese a ellos para someter a los rebeldes kurdos. A pesar de la independencia, los británicos seguían siendo los principales beneficiarios de las explotaciones petrolíferas por medio de la Irak Petroleum Company y sus tropas coloniales ocupaban el país para asegurar que este expolio se perpetuase. El gobierno de Feysal I era otra herramienta más de las que el Foreign Office se valía para controlar el petróleo de Oriente Medio y la ruta marítima hacia la India. Veamos otro ejemplo de este siniestro juego. 
Egipto

En 1919, los británicos hubieron de sofocar una rebelión de los patriotas egipcios.  En 1922 se dio por finalizado, en teoría, el Protectorado y Egipto pasó a ser un país independiente. El Sultán, Fuad, se proclamó rey y en 1923 se promulgó una constitución. Sin embargo, de facto, el Protectorado continuaba. El rey Fuad y su gobierno no podían hacer prácticamente nada de cierta relevancia sin el consentimiento del Alto Comisario británico en Egipto. El ejército británico ocupaba todos los enclaves estratégicos del país, se reservaba la administración del Sudán y el control del Canal de Suez. A Fuad, fallecido en Abril de 1936 le sucedió su hijo Faruk, menor de edad, y en Agosto de ese año el consejo de regencia y el gobierno firmaron un tratado con el Reino Unido que limitaba ligeramente el control británico del país y que permitió su admisión en la Sociedad de Naciones en 1937. A pesar de todo, el ejército británico se reservaba el control del Canal de Suez y del Sinaí, la utilización del espacio aéreo de Egipto, el condominio del Sudán y el derecho a ocupar militarmente el país entero en caso de guerra con otro estado. Sólo tres años después, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, todo Egipto sería de nuevo ocupado militarmente.


Siria

Todas las  poblaciones que no acepten nuestras condiciones tienen que ser arrasadas. Todo tiene que ser saqueado, sin distinción de edad ni de sexo. Que no crezca ni una brizna de hierba ahí donde el ejército francés ha puesto los pies. Así es como hay que hacerles la guerra a los moros. En una palabra, aniquilar todo lo que no se arrastre a nuestros pies como perros. (Coronel de Montagnac, Lettres d'un soldat, 1885).

El efímero reino árabe de Damasco fue abortado brutalmente por las tropas francesas en 1920 en cumplimiento del acuerdo Sykes-Picot. Los británicos, que habían combatido hombro con hombro con los árabes de Feysal y que habían arrebatado juntos Damasco a los turcos, prefirieron mirar hacia otro lado cuando sus antiguos aliados fueron humillados por los franceses. El ejército "cherifiano" de Feysal que tan generosamente había contribuido a la victoria aliada en los últimos años de la Gran Guerra era ahora masacrado por las tropas francesas ante la indiferencia general de Occidente. No deja de resultar paradójico que el ultimátum que el Alto Comisario francés en Siria, general Gouraud lanzó a Feysal instándole a desmovilizar al ejército árabe "cherifiano" tuviese lugar el 14 de Julio, día de la toma de La Bastilla en el que Francia celebra su Revolución emancipadora. El 1 de Agosto de 1920, dos semanas después del ultimátum, el rey Feysal abandonaba Siria camino del exilio egipcio. La mala conciencia británica, como ya vimos, posibilitaría que poco después fuese entronizado como rey títere del Irak británico. A pesar de todo, los nacionalistas árabes sirios seguirían provocando levantamientos periódicos contra la ocupación francesa entre 1925 y 1927 y más tarde en 1940, levantamientos sistemáticamente ahogados en sangre por las tropas francesas. Los patriotas árabes de Siria (y Líbano) fueron aniquilados por reivindicar una soberanía que se les había prometido y que se habían ganado ahorrando con su sangre la de miles de jóvenes europeos. Decenas de miles de ellos cayeron bajo las bayonetas de los legionarios franceses y de las tropas cipayas senegalesas.

Otra consecuencia trágica de este episodio fue la resignación fatalista con la que los hachemitas Feysal y Abdullah asumieron su nuevo papel. Prefirieron conservar sus tronos aunque fuesen de cartón piedra antes de volver a enfrentarse con los amos nuevos de la región. Habían aprendido la lección. No así las masas árabes, que incluso desprovistas de líderes carismáticos, habrían de alzarse una y otra vez en los años sucesivos contra el engaño y la opresión.

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