Un lunático fundamentalista judío americano, Sam Bacile, financiado por otros cuantos judíos asilvestrados de California, ha rodado una basura rabiosamente ofensiva para la religión musulmana.
El resultado ha sido que en dos países, curiosamente de los que se rebelaron en la pintoresca primavera árabe que supuestamente iba llevar la libertad a un mundo oprimido, turbas de islamistas asaltaron las embajadas de los Estados Unidos. En El Cairo se limitaron a arrancar la bandera yanqui de la legación, pero en la recién “liberada” Libia, fueron algo más allá y asesinaron al embajador y a otros tres americanos más.
Ahora, un montón de idiotas se indignarán con los árabes, y pedirán más mano dura contra estos salvajes, exigirán más intervención americana en Oriente Medio y más dinero para nuestro gran paladín en la zona, el Estado de Israel. El frívolo candidato republicano a la Casa Blanca (quiera Dios que no llegue) Romney, se ha apresurado a decir que “hay que apoyar a quienes comparten nuestros valores.” ¿Es un valor ofender a la religión con más fieles en el mundo?
¿Acaso a estas alturas alguien ignora que, aunque a nosotros nos parezcan desproporcionadas, las reacciones de muchos musulmanes a estas ofensas son prácticamente seguras y muy violentas? ¿A quién acabará beneficiando todo este enorme caos que los yanquis están montando en el mundo árabe y musulmán?
Seguramente a los que rodaron el vídeo estúpido, innecesario y contraproducente contra Mahoma, el profeta al que veneran miles de millones de personas en el mundo. Es decir, a los amos de los yanquis. Los que les dicen:
- “Yo los azuzo y tú les das ¿entendido?”
- OK, boss.