miércoles, 29 de agosto de 2012

HITLER, LA IGLESIA, FRANCO Y LOS MEAPILAS. Jorge Álvarez

Militantes de la SA asistiendo a un oficio religioso.
Resulta difícil encontrar una foto, en actitud parecida, de los bolcheviques, aliados de Roosevelt y Churchill
 

Reproduzco para empezar un párrafo del excelente e interesantísimo ensayo de Fray Santiago Cantera Montenegro, monje benedictino de la basílica del Valle de los Caídos (que es además doctor en Historia) titulado “La Crisis de Occidente. Orígenes, Actualidad y Futuro” (Editorial Sekotia).
“Con acierto el Papa Pío XI, en Mit brennender sorge (1937), señaló que el nacionalsocialismo era un neopaganismo germánico, racista y anticristiano. Tanto Hitler como Rosenberg y otros ideólogos nazis aceptaban toda religión en el Reich alemán siempre que no se opusiera a “los valores germánicos”. Es comprensible que el canciller austríaco Dollfuss y su biógrafo el filósofo Dietrich von Hildebrand vieran en Hitler y el nacionalsocialismo un “anticristo”, tal como lo pensaron igualmente muchos católicos alemanes por aquellos años. El nacionalsocialismo, ciertamente, ridiculizó la fe católica dese bastante pronto y cada vez más comenzó a perseguirla abiertamente. Restauró antiguos cultos paganos germánicos e inauguró auténticas granjas humanas en las que promovía la promiscuidad entre jóvenes alemanes de ambos sexos, para que de sus uniones nacieran los hijos de una raza que había de dominar el mundo.”

domingo, 26 de agosto de 2012

WINSTON CHURCHILL, AL SERVICIO SECRETO DE... LOS JUDÍOS (II). Jorge Álvarez.



Mientras Churchill condenaba con vehemencia la violencia antisemita y acusaba al gobierno ruso de instigarla, entre las personalidades que seguían el discurso desde el palco se encontraba un judío nacido en Rusia y afincado en Inglaterra, firmemente comprometido con la causa sionista, Chaim Weizmann. A partir de este momento, como señala Martin Gilbert, entre estos dos líderes políticos “dio comienzo una estrecha colaboración en la evolución de las necesidades y las políticas del sionismo.”
Winston Churchill dedicó sus vacaciones del verano de 1905 a viajar por Europa con todo el lujo que acostumbraba. Curiosamente sus tres amables y obsequiosos anfitriones fueron tres acaudalados judíos: Sir Ernest Cassel, en su fastuosa villa de los Alpes Suizos, el Barón de Forest, en su castillo de Moravia y Lionel Rothschild en Italia.

sábado, 11 de agosto de 2012

WINSTON CHURCHILL, AL SERVICIO SECRETO DE… LOS JUDÍOS (I) Jorge Álvarez


El padre de Winston Churchill, Lord Randolph Churchill (a la derecha), posando en casa de uno de sus mejores amigos, Nathan Meyer Rothschild (izquierda), Primer Barón de Rothschild


Cualquier persona bien informada a estas alturas sabe que Winston Churchill, por encima de la leyenda que lo ha consagrado como un campeón de la libertad y un adalid de la democracia frente a la barbarie totalitaria, fue un fanático imperialista, un racista compulsivo y un belicista empedernido. No es ningún secreto, aunque los productos de divulgación masiva lo suelen ocultar, que Churchill consideraba la democracia como un privilegio destinado a los pueblos de raza blanca, que sentía un orgullo totalmente acrítico por el Imperio Británico y que, según se desprende de los relatos de todos sus biógrafos y de muchas de sus propias palabras y gestos, amaba la guerra y disfrutaba con ella y en ella. También es conocido por todos aquellos que van más allá de los tópicos destinados al consumo de masas, que Churchill simpatizaba con los judíos y apoyaba las aspiraciones sionistas. Sin embargo, casi nadie realmente sabe hasta qué punto la relación de este pendenciero político inglés con judíos y sionistas fue algo más que un mero asunto de simpatía.
Lord Randolph Churchill, el padre de Winston, un prominente masón que había sido miembro de la Cámara de los Comunes y presidente de la misma, Secretario de Estado para la India y Chancellor of the Exchequer (algo así como ministro de hacienda), tenía entre algunas de sus amistades más valiosas a prominentes judíos, como Nathaniel Rothschild, la cabeza visible de la rama británica de esta famosa familia de banqueros, o los también banqueros Sir Ernest Cassel o el Barón Maurice de Hirsch. Winston Churchill “heredó” estas amistades, las cultivó con mimo y las amplió.

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA BANDA DEL TESORO (XII). Jorge Álvarez

El Plan Morgenthau: el plan de Harry Dexter White (VII)


Frederick, A. Lindemann, Primer Vizconde de Cherwell
Roosevelt abandonaba Washington rumbo a la cumbre de Quebeq sin haber aprobado oficialmente ningún plan relativo al futuro de Alemania. Stimson después de la reunión se mostró bastante pesimista. Los comentarios que el presidente había hecho sobre el Ruhr revelaban su intención de apoyar las propuestas de Morgenthau. Y, efectivamente, así era. Roosevelt pensaba aprovechar la reunión de Quebeq para, sin reparar en los medios, convencer a Churchill de que se debía castigar con dureza no sólo a los nazis, sino al pueblo alemán. De forma torticera y cobarde comunicó a los miembros de su gabinete Hull y Stimson que no iba a ser precisa su presencia en la cumbre canadiense, por cuanto en la misma sólo se iban a tratar aspectos estrictamente bélicos y los protagonistas, en consecuencia, serían los altos mandos militares de las dos naciones aliadas. Esto era totalmente falso. Roosevelt sabía que el principal acuerdo que debía salir de la conferencia y sobre el que iban a girar casi todos los debates era el de la política de ocupación de Alemania. Y por esa razón había decidido casi clandestinamente incluir a Morgenthau en la delegación norteamericana que participaría en las sesiones. Para no tener que dar explicaciones a los demás miembros del gabinete, decidió astutamente que Morgenthau no formase parte de la delegación inicial, pero que tal vez acudiría más tarde si se hiciese necesario tratar algún tema económico. Al respecto, se limitó a comentar a sus ministros:
“Pienso que en Quebec habrá dos asuntos que tratar. Uno es el militar y otro el monetario, porque Churchill sigue diciendo que está en bancarrota. Si él finalmente saca la cuestión financiera, yo querré que Henry venga a Quebec.”
La vileza de Roosevelt en la gestión de un asunto tan delicado y trascendente apenas ha sido considerada por los historiadores. Y resulta incuestionable que la forma en la que apartó de la conferencia de Quebeq a dos miembros de su gabinete, paradójicamente los que estaban al frente de los dos Departamentos más competentes para debatir sobre la política de ocupación de Alemania, resulta bochornosa.