La colonización de los territorios ocupados
Moshé dayan y Yigal Allon
La victoria israelí en la Guerra de los Seis Días dejó bajo control judío
nuevos territorios. La península del Sinaí (prácticamente despoblada), la
pequeña franja de Gaza, los Altos del Golán y Cisjordania. Este territorio
arrebatado al reino hachemita de Jordania fue el botín más valioso que los
israelíes obtuvieron en la guerra. Para los judíos, Cisjordania formaba parte
del Eretz Israel irrenunciable. Antes de que aceptasen por conveniencia el plan
de partición de 1947, los sionistas incluían estas tierras dentro de su futuro
estado judío. Para ellos, no se trataba de Cisjordania, sino de Judea y
Samaria. Además, dentro de este botín se hallaba la parte oriental de Jerusalén,
de forma que los israelíes controlaban ahora la Ciudad Santa en su totalidad.
El control de Cisjordania, desde un punto de vista militar permitía a Israel
aumentar la profundidad de su territorio y fijar la frontera oriental en el río
Jordán y el Mar Muerto, en una línea con defensas naturales; es decir, el
estado judío mejoraba notablemente su posición geoestratégica. Sin embargo,
esta flamante anexión acarreaba un molesto problema, porque en estas tierras
vivían cerca de un millón de árabes, muchos de ellos expulsados o descendientes
de los que habían sido expulsados de sus tierras veinte años antes. ¿Qué hacer
con ellos?