A modo de conclusión
Hacia el final de la guerra, poco después de la conferencia de Yalta y de las interpelaciones en relación a Polonia a las que tuvo que hacer frente en el parlamento, Churchill comenzó a sentirse atormentado. Le perseguía amenazante la sombra siniestra de Neville Chamberlain y a sus oídos llegaba el eco de una voz inquisitorial que se repetía como un disco rayado:
“A usted se le ha dado a elegir entre la guerra y el deshonor, usted eligió el deshonor y tendrá la guerra.”
¿Qué le podían decir a él, después de haber conseguido la guerra que anhelaba y no haber sabido evitar el deshonor?