martes, 5 de octubre de 2010

POLONIA TRAICIONADA, 1939.1945 (II). Jorge Álvarez.

Polonia y sus polémicas fronteras


Polonia alcanzó su mayor período de gloria en el siglo XVII. En un momento en el que sus vecinos occidentales y orientales se hallaban debilitados, los polacos se expandieron hasta dominar un territorio vastísimo. Por el Oeste, territorios que más tarde serían Prusia, quedaron bajo control polaco, al igual que los territorios y ciudades de la costa báltica que habían sido en gran medida colonizados y poblados por la Orden Teutónica desde antiguo. Pero por el Este, Polonia alcanzó una extensión formidable que incluía Lituania, parte de Bielorrusia y Ucrania, con su capital Kiev. En el primer cuarto del siglo XVII, mientras Europa central ardía en la Guerra de los Treinta Años, Polonia se había convertido en el país más grande del continente después de Rusia. En 1683, la victoria del ejército polaco del rey Juan Sobieski en la batalla de Kahlenberg, salvó a Viena del asedio a la que la habían sometido los turcos.

El siglo XVIII marcó el declive del estado polaco. El auge de sus vecinos, la emergente Prusia, la Rusia de Catalina la Grande y el Imperio Haubsburgo, lo fue ahogando hasta su completa desaparición en el reparto de 1795.

Polonia no reaparecería en la Historia como Estado hasta el final de la Primera Guerra Mundial cuando los vencedores lo reconocieron en 1918 y acordaron sus fronteras en 1919 en base a la propuesta de Lord Curzon, a la sazón secretario del Foreign Office. Esta frontera, que pasaría a la Historia como Línea Curzon, y que en su momento no fue aceptada ni por los polacos ni por los soviéticos, habría de resultar decisiva durante la Segunda Guerra Mundial para las relaciones entre polacos y soviéticos en primer lugar y entre polacos y anglosajones más adelante.

En 1920 los polacos liderados por Josef Pilsudski avanzaron hacia el Este, tratando de reconquistar su viejo y añorado imperio en Ucrania. En Mayo todo parecía indicar que lo habían conseguido, pues las tropas polacas tomaron Kiev con la colaboración de los nacionalistas ucranianos anti bolcheviques de Symon Petliura. Sin embargo, una contraofensiva soviética en Julio llevó al Ejército Rojo a las puertas de Varsovia. La Entente victoriosa de la Gran Guerra, británicos y franceses principalmente, recomendó a los polacos la rendición y negociar una paz honorable con los soviéticos. Los polacos eligieron luchar. Cuando todo parecía perdido, los rojos fueron estrepitosamente derrotados por las fuerzas polacas de Pilsudski en Agosto. En las semanas siguientes los polacos, con la decisiva participación del general Wladyslaw Sikorski, empujaron a los bolcheviques hacia el Este.

En Marzo de 1921 el Tratado de Riga puso fin a la guerra polaco-soviética. Este tratado fijó la frontera oriental de Polonia mucho más al Este de la Línea Curzon. Polonia había adquirido 130.000 kilómetros cuadrados hacia el Este con respecto a la frontera propuesta por los aliados en 1919. El problema era que la nueva Polonia englobaba ahora por el Este a millones de ciudadanos no polacos, fundamentalmente a  cinco millones de ucranianos, un millón y medio de bielorrusos y más de un millón de judíos. Esta frontera oriental sería reconocida por la Sociedad de Naciones en 1923 y los polacos la seguirían considerando durante décadas como la única válida.

Las fronteras occidentales de Polonia fijadas por los aliados en Versalles sí se hicieron valer, aunque no por ello fueron menos discutidas. Los polacos étnicos en 1918 se concentraban mayoritariamente en el centro de lo que había sido el Gran Ducado de Varsovia, al Sur de los territorios bálticos habitados por alemanes, al Norte de los territorios habitados por los checos, al Oeste de Prusia y al Este de Bielorrusia y Ucrania. Éste era el territorio habitado mayoritariamente por polacos. Se podían encontrar polacos más al Este, que en general constituían, junto a los judíos, minorías urbanas en medio del campesinado ucraniano y bielorruso. Sin embargo, la costa báltica estaba poblada por alemanes luteranos que formaban parte de Prusia, la Prusia Oriental, con ciudades alemanas muy significativas como Danzig o Königsberg.

Los aliados reunidos en la conferencia de paz de Versalles entendieron que era preciso darle al nuevo estado polaco una salida al mar. El problema, como ya hemos visto, radicaba en que la costa báltica era alemana y todas las ciudades portuarias también. La polémica decisión de los aliados fue conceder a Polonia una salida al mar Báltico a través de un pasillo o corredor que cortaba en dos a Alemania, separando a Prusia Oriental del resto del país. Pero, como además, no existía ninguna ciudad étnicamente polaca en la costa con instalaciones portuarias que facilitasen al nuevo estado polaco una salida útil al mar, decidieron que la población alemana de Danzig se convirtiese en una ciudad internacionalizada bajo control de la Sociedad de Naciones (algo parecido a lo que era Tánger) para que los polacos pudieran tener un puerto en condiciones, aunque fuera un puerto alemán puesto a su servicio.

A comienzos de los años veinte, Polonia había recuperado su soberanía y su libertad. Sin embargo, su expansión más allá de la Línea Curzon, aunque reconocida por la comunidad internacional, era vista como un agravio por la Unión Soviética y el corredor polaco a Danzig provocaba el irredentismo alemán.

Las fronteras occidentales de Polonia siempre fueron vistas por los alemanes como un atropello. El tema de Danzig y el corredor que partía en dos a Prusia resultaban indigeribles. Ningún gobierno de la muy democrática República de Weimar se resignó a declarar públicamente la frontera con Polonia como justa e inamovible.

En 1925, en la Conferencia de Locarno, esto se hizo perfectamente visible. Los acuerdos firmados en esta localidad suiza garantizaban las fronteras occidentales de Alemania, pero dejaban las orientales en una especie de limbo. El gobierno polaco recibió con indignación el contenido de estos acuerdos, entendiendo, con bastante razón, que Francia, Bélgica, Alemania, Gran Bretaña e Italia habían alcanzado un acuerdo para garantizar las fronteras en Europa Occidental y habían dejado poco menos que en el aire, la seguridad de las fronteras en Europa del Este y muy en concreto las germano-polacas.

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