Egipto. La hora de los Oficiales Libres, la hora de Nasser
Durante la guerra de 1948, los soldados de Egipto habían luchado con valor y generosidad por sus hermanos palestinos. Incluso cuando la balanza militar se tornó a favor de los israelíes, siguieron manteniendo posiciones comprometidas en Gaza y algunas casi insostenibles como Faluja, durante meses, frente a una abrumadora superioridad judía y con el único fin de conseguir, con su sacrificio, unas mejores posibilidades de negociación a su gobierno, al gobierno del corrupto rey Faruk que tan lamentablemente había planteado la guerra. La derrota fue el detonante del descontento de las masas nacionalistas. Durante las largas y duras jornadas del cerco de Faluja, un grupo de oficiales al mando de las tropas egipcias, entre los que se encontraba un comandante llamado Gamal Abdel Nasser, fue tomando conciencia de que Egipto necesitaba un cambio de régimen que le liberase de la dependencia occidental y en particular, de la entrometida y asfixiante tutela británica. Estaba formándose el germen de lo que se convertiría en poco tiempo en la organización de Los Oficiales Libres.
Presionado por el descontento del ejército y de las masas nacionalistas, el gobierno de Faruk, contra su voluntad real, se vio obligado a denunciar unilateralmente el tratado anglo-egipcio. La respuesta de Gran Bretaña fue la que cabía esperar de la típica prepotencia anglosajona. Hacer caso omiso a los deseos de independencia egipcios y, en actitud hostil y provocadora, reforzar su presencia militar en el país, sobre todo en el área del Canal de Suez. Los tumultos se multiplicaron y guerrillas de patriotas egipcios comenzaron a hostigar a las tropas británicas. La situación era explosiva.
En la noche del 22 al 23 de Julio de 1952, los Oficiales Libres deciden actuar. El general Naguib, al frente de los Oficiales Libres, mediante un golpe de estado rápido y decidido, se hace con el poder. Nasser jugó un papel destacado en la planificación y en la ejecución del golpe. Esa histórica noche, irrumpió en el Cuartel General de Qubah al frente de una columna de tropas rebeldes y arrestó a los altos jefes leales al rey. Éste, como casi todos los monarcas que se ven en su situación intentó negociar con los sublevados para ganar tiempo. Por detrás estaba intentando que las tropas británicas le apoyasen a sofocar la revuelta. Pero todo fue en vano, pues al día siguiente, las calles de El Cairo rebosaban de patriotas enfervorecidos que aclamaban al general Naguib y a los rebeldes y pedían con entusiasmo la república. El 26 de Julio el rey Faruk tomaba el camino del exilio ante la alegría desbordante del pueblo egipcio. El 18 de Junio de
1953 se proclamaba la república con Naguib como primer presidente. En Abril de 1954 le sucedería su vicepresidente, Gamal Abdel Nasser.
Pocos occidentales saben quién fue Nasser y muchos menos aún lo mucho que él y su régimen representaron para millones de individuos, no sólo de Egipto, sino del resto del mundo árabe y de otras naciones como Pakistán o Irán, musulmanas, pero no árabes. Su figura se convirtió en el símbolo del nacionalismo árabe moderno y laico y fue, y en gran medida sigue siendo, el líder de las masas árabes de todo el mundo, el hombre con el que llegaron a recuperar el orgullo herido. Él desafió a las potencias imperialistas occidentales y concitó en torno a su persona el sueño de una unidad árabe largamente soñada por los árabes de a pie y siempre traicionada por las ambiciones personales de algunos dirigentes y por las maquinaciones y sabotajes de los Estados Unidos al servicio del sionismo. Sólo la figura de Mosadeg, el anciano líder iraní, puede compararse en importancia entre los musulmanes a la de Nasser. Los dos intentaron romper las cadenas de sus pueblos y los dos se enfrentaron en combate desigual a los opresores.
Egipto contaba en 1956 con unos veinticinco millones de habitantes. Era un país agrícola, el turismo apenas aportaba nada por entonces, y con una agricultura atrasada. Nasser intentó una reforma agraria que redujese las desigualdades entregando parcelas a los muchos campesinos sin tierras. Pero era evidente que la modernización de la agricultura debía pasar inevitablemente por el control de las crecidas del Nilo en los años de lluvias y de la escasez de agua en los de sequía. Las tierras cultivables de Egipto están todas localizadas en las márgenes del Nilo. Era habitual que una crecida anegase muchas cosechas e igualmente, que una disminución drástica del caudal las secase. La solución pasaba por construir una gran presa Nilo arriba que pudiese regular el caudal del Nilo. Además, la presa proporcionaría energía eléctrica al país. Pero la construcción de esta gigantesca presa era algo que superaba los recursos económicos de Egipto.Otra medida urgente en la agenda del Rais iba a ser la mayor participación del país en la explotación del tráfico marítimo por el Canal de Suez.
Al principio, el nuevo régimen egipcio intentó mantener con Gran Bretaña y con Estados Unidos una relación amistosa, pero nunca sumisa. De hecho, la ideología del Egipto nasserista era la del panarabismo; un mundo árabe unido bajo principios socialistas y nacionalistas que pudiese labrarse un futuro sin depender de la voluntad de potencias extranjeras. Y esto, naturalmente, no era bien visto ni en el Departamento de Estado ni en el Foreign Office, que tenían sus propios planes para Oriente Medio.
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