El comienzo del movimiento palestino y el "Septiembre Negro"
La Organización para la Liberación de Palestina nació en 1964 en El Cairo, en la primera reunión de la Liga Árabe y bajo el patrocinio de Nasser, que a la sazón se encontraba en la cumbre de su liderazgo sobre las masas del mundo árabe. El primer presidente de la organización fue Ahmed Chukeiri.
La aplastante derrota de Egipto, Siria y Jordania en 1967 a manos de las fuerzas israelíes supuso para los palestinos la segunda nakba, la segunda catástrofe. A las pérdidas territoriales sufridas en la guerra de 1948 se sumaba ahora la de toda la Cisjordania. La mayoría de los palestinos expulsados de estas tierras hubieron de buscar refugio en la orilla oriental del Jordán, en el reino hachemita de Hussein.
Como ya vimos, la segunda derrota de los ejércitos de las naciones árabes convenció a un núcleo de jóvenes activistas palestinos de que la liberación de su tierra no podía venir de la mano de una victoria en una guerra convencional contra el ejército israelí, algo que, al menos por el momento, se había mostrado fuera de su alcance. La derrota de 1967 también provocó la dimisión de Chukeiri, sucedido al frente de la OLP de forma efímera por Yahya Hammuda.
Los palestinos decidieron hacer todo lo posible para amargar a los israelíes su contundente victoria. Desde sus bases en Jordania las milicias de la OLP hostigaban permanentemente a los judíos con fuego de cohetes o morteros y efectuando incursiones de sabotaje.
El 21 Marzo de 1968 el ejército israelí planeó una acción militar de envergadura contra la población jordana de Karameh, principal centro de operaciones de los fedayines de Al- Fatah, milicia emergente en la OLP y liderada por el joven activista Yasser Arafat. Las fuerzas israelíes, unos diez mil hombres, varias columnas de carros de combate norteamericanos M-47 Patton, y apoyadas por aviones y helicópteros, penetraron en Jordania y rápidamente alcanzaron Karameh. No esperaban encontrar apenas resistencia ante tal exhibición de fuerza. Sin embargo, los fedayines, alentados por Arafat decidieron combatir en Karameh. Sorprendidos, los blindados israelíes se vieron comprometidos en una lucha entre callejuelas que limitaba su capacidad. Los sionistas enviaron refuerzos y, alarmado ante las dimensiones que estaban tomando los combates, el ejército jordano acudió a la zona para expulsar de su territorio a las fuerzas israelíes. Después de 12 horas de lucha desigual, las tropas judías se retiraron. Una gran parte de la población de Karameh quedó arrasada y más de doscientos fedayines resultaron muertos o heridos. Sin embargo, en esta ocasión los israelíes pagaron un precio al que no estaban acostumbrados, cerca de cien bajas y diez o doce blindados destruidos.
Esta acción, hoy bastante olvidada en Occidente, tuvo sin embargo una gran repercusión para los contendientes implicados en ella. Aunque los israelíes afirmaron haber logrado la victoria y aunque desde un estricto punto de vista táctico puede ser cierto que así fuera, la realidad es que la firme respuesta de los milicianos palestinos les causó una desagradable sorpresa. Y para los palestinos en particular y los árabes en general, la batalla de Karameh supuso un auténtico hito que aupó de forma fulminante dentro de la OLP a las milicias de Al-Fatah y a su líder Yasser Arafat, que tan sólo unos meses más tarde, en Febrero de 1969 se convertiría en presidente de la organización.
No obstante, la acción de Karameh habría de afectar negativamente a un tercer interesado. Al rey Hussein de Jordania, que como ya hemos visto se veía atrapado entre su lealtad hacia occidente y el antisionismo de sus súbditos, comenzaba a inquietarle el creciente activismo de los fedayines en su reino. Las acciones de las milicias palestinas, como se pudo ver en Karameh, ponían a Jordania en el punto de mira del ejército israelí. Hussein, además, comenzó a recibir tremendas presiones por parte del Foreign Office británico y del Departamento de Estado americano para que pusiese fin a las acciones de sabotaje contra Israel que partían de su territorio. Si Jordania quería seguir siendo una nación amiga de occidente, tenía que dejar de ser el santuario desde el que las milicias de Al-Fatah lanzaban sus ataques contra los judíos. Poco importaba que los ataques palestinos se efectuasen contra unos territorios ilegalmente ocupados por Israel y menos aún importaba que antes de la derrota de 1967 los palestinos de Cisjordania fuesen súbditos jordanos. Ahora se habían convertido en un estorbo, simplemente porque se negaban a aceptar sumisamente el expolio del que habían sido objeto.
Para complicar aún más la situación, una de las facciones de la OLP, el Frente Popular para la Liberación de Palestina, mucho más minoritario que Al-Fatah, pero también bastante más radicalizado en su estrategia, comenzó una campaña de secuestro de aviones por todo el mundo, principalmente de las líneas aéreas israelíes y de líneas norteamericanas (aunque algunas otras compañías aéreas, como Swissair, también sufrieron secuestros).
A comienzos de Septiembre de 1970 el FPLP secuestró cinco aviones en diferentes aeropuertos. El secuestro de un vuelo de El Al fue abortado. Un terrorista fue muerto en el acto y su acompañante, Leila Khaled, fue detenida. En los otros cuatro aviones los terroristas consiguieron hacerse con el control. Uno de los aviones fue desviado al aeropuerto de El Cairo. Los otros tres fueron desviados por los secuestradores hasta Jordania, tomando tierra en un aeródromo situado en la población de Zarka, media hora al Norte de Ammán. Los terroristas sacaron a los más de trescientos pasajeros de los aparatos y como condición para la liberación de los rehenes exigieron la de varios activistas palestinos encarcelados en Israel y la de su compañera Khaled, detenida en Gran Bretaña. La crisis amenazó con provocar una nueva guerra, pues el presidente Nixon era partidario de lanzar una operación militar contra los palestinos en Jordania. La famosa 82 división aerotransportada fue puesta en estado de alerta al igual que la sexta flota en el Mediterráneo. Al mismo tiempo, el gobierno británico, temeroso de que una acción militar pudiese desembocar en una guerra con los árabes de Siria e Irak y de que la Unión Soviética decidiese intervenir si lo hacían los americanos, apostó por entablar negociaciones.
El día 12 de Septiembre, para demostrar su determinación, los tres aparatos fueron finalmente volados por los terroristas del FPLP ante las cámaras de televisión. Las imágenes de las explosiones fueron emitidas por multitud de televisiones de todo el mundo.
Los gobiernos de los Estados Unidos y Gran Bretaña protestaron ante Hussein por haber permitido que la OLP y sus diferentes facciones armadas campasen a sus anchas por Jordania y controlasen a su antojo amplias zonas del país. El rey hachemita, preocupado por la pérdida de crédito internacional que en Occidente le estaba causando la impunidad con la que actuaban los fedayines en su territorio y temeroso de perder el control del país, cedió a las presiones y decidió acabar por la fuerza con la presencia palestina en su reino. Sin embargo, esta acción podía provocar que Siria, decidiese enviar su ejército en auxilio de la OLP. Así pues, antes de lanzar al ejército jordano contra sus hermanos palestinos, Hussein, asustado, se dirigió a los Estados Unidos y a Gran Bretaña para que pidiesen a Israel que su aviación bombardease a las tropas sirias si éstas acudían finalmente en apoyo de los palestinos.
Finalmente, las fuerzas jordanas leales a Hussein masacraron a los palestinos sin piedad y sin hacer distinciones entre fedayines y refugiados civiles. Más de cinco mil murieron en la salvaje represión desencadenada y los supervivientes hubieron de abandonar Jordania. Israel, sin pegar un tiro, había ganado una nueva batalla asegurando su frontera oriental que ahora se veía libre de las incursiones de los fedayines. Este nuevo escenario de paz y seguridad en la orilla occidental del río Jordán facilitó el inicio del establecimiento de colonos judíos en la Cisjordania ocupada, proceso constante que llega hasta hoy y que convierte en absolutamente imposible la existencia de un Estado Palestino viable con soberanía real y continuidad territorial; gracias a Hussein de Jordania.
Los palestinos, que en 1967 y por segunda vez habían sido expulsados de sus hogares, fueron de nuevo expulsados de las tierras jordanas en las que habían buscado refugio. La mayoría de ellos con sus dirigentes al frente recalarían en el Líbano.
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