Polonia martirizada de nuevo
Soldados del II Cuerpo de Ejército izan la bandera polaca sobre las ruinas de Monte Cassino
El 18 de Mayo de 1944, después de durísimos combates contra la 1ª división alemana de paracaidistas, los soldados del II Cuerpo de Anders coronaron la mítica cima de Monte Cassino e izaron orgullosamente la bandera roja y blanca de Polonia. Como bien señala Laurence Rees:
“Mientras luchaban y morían en los afloramientos rocosos y los desfiladeros que poblaban las elevaciones de Monte Cassino, aquellos polacos abrigaban la esperanza de que su sacrificio ayudase a Polonia a convertirse en una nación libre e independiente. Sin embargo, por trágico que resulte, se equivocaban de medio a medio.”[1]
En Junio Stalin había ordenado la organización de un gobierno polaco títere formado por comunistas. Se denominó Comité Polaco de Liberación Nacional y fijó su sede en Lublin. De esta forma la ruptura de la Unión Soviética con el gobierno polaco de Mikolajczyk se hizo más evidente aún. Ahora había dos gobiernos polacos, el de Londres al que reconocían, aunque ignoraban, los aliados occidentales y el de Lublin, creado y reconocido por los soviéticos. Y, al mismo tiempo, había diferentes unidades militares o paramilitares. A las órdenes del gobierno de Mikolajczyk luchaban más de doscientos mil polacos integrados en su mayoría en las fuerzas británicas. También bajo la disciplina de este gobierno combatían en la Polonia ocupada las fuerzas irregulares del Armia Krajowa, como un ejército interior clandestino, que pudo llegar a tener a trescientos mil combatientes. Por su parte, los soviéticos integraron en el Ejército Rojo a varias unidades formadas por polacos de obediencia comunista que, según avanzaban hacia el Oeste, iban creciendo en número y que bien pudieron rondar los trescientos mil hombres hacia el final de la guerra.
A finales de Julio el Ejército Rojo alcanzó las afueras de Varsovia, pero se detuvo. Había sufrido muchas bajas en la reconquista de Bielorrusia y, además, los alemanes habían conseguido reorganizar un frente defensivo por un tiempo.
Los polacos del Armia Krajowa llevaban tiempo planeando una gran insurrección en Varsovia para cuando los soviéticos se aproximasen. Querían participar en la liberación de su capital para demostrar a los rusos que las afirmaciones de que estaban en connivencia con los alemanes eran falsas y hacer una pública demostración de que estaban dispuestos a luchar con valor y decisión por la libertad de su país. La batalla que los polacos estaban a punto de iniciar iba dirigida contra los ocupantes alemanes, pero al mismo tiempo, constituía un gesto dirigido a los soviéticos. Los dirigentes del Armia Krajowa debían atacar antes de que el Ejército Rojo entrara en Varsovia, pero no mucho tiempo antes, porque su carencia de armamento pesado les imposibilitaba mantener una batalla larga. Cuando las fuerzas soviéticas se plantaron en los suburbios de la capital, los resistentes polacos decidieron que era el momento e iniciaron el levantamiento.
Los alemanes, sorprendidos al comienzo, reaccionaron para sofocar la rebelión. La batalla entre los resistentes sublevados y las unidades alemanas fue particularmente dura y cruel, más aún considerando que numerosísimos civiles quedaron atrapados entre las fuerzas combatientes.
Fueron pasando los días y las semanas, los alemanes disponían de artillería y aviación y la usaron sin contemplaciones para aplastar la resistencia del Armia Krajowa. Mientras tanto, el Ejército Rojo seguía detenido a escasos kilómetros sin hacer tan siquiera amagos de avanzar en auxilio de la ciudad.
El 26 de Agosto, con la batalla en pleno apogeo, Churchill se reunió en el norte de Italia con el general Anders. Como no podía ser de otra manera, el militar polaco no desaprovechó la ocasión para hacerle saber al primer Ministro que sus soldados estaban muy preocupados por la suerte de Varsovia y también por el futuro de Polonia después de la guerra. Como hacia ya tiempo que en los círculo polacos se sospechaba que los anglosajones habían accedido a entregar a Stalin casi la mitad oriental de Polonia en la conferencia de Teherán, Anders le dijo que sus hombres estaban muy molestos con él y su gabinete por este asunto. Churchill se defendió de esta justificada acusación mintiendo. Le dijo a Anders que Gran Bretaña nunca se había comprometido a salvaguardar las fronteras de Polonia, sino a garantizar su existencia como estado libre e independiente. Lo cual era triplemente falso; en primer lugar porque en la primavera de 1939, lo que estaba en juego no era la existencia de Polonia, puesto que lo que Hitler había propuesto a los polacos era una mínima rectificación fronteriza, la de Danzig. Gran Bretaña dio garantías a Polonia para evitar esta alteración territorial. Pero en aquel momento nadie estaba hablando del derecho de Polonia a existir, algo que ni tan siquiera Hitler cuestionaba. En segundo lugar era falso, porque cuando después del ataque alemán a Polonia la Unión Soviética la invadió por la espalda y colaboró en su desaparición, Gran Bretaña no declaró la guerra a los rusos. Si, como Churchill dijo a Anders, el gobierno británico se había comprometido a defender la existencia de Polonia y no sus fronteras, debería haberle declarado la guerra también a quienes se habían convertido en cómplices necesarios de la desaparición del estado polaco. Y, en último lugar también es falso, porque la Carta Atlántica que el propio Churchill había firmado antes de claudicar ante Stalin, decía claramente que los firmantes del documento se comprometían a no tolerar cambios territoriales efectuados sin el consentimiento de las poblaciones afectadas.
Intentando tranquilizar a Anders le comentó que Polonia, al ser desplazada hacia el oeste, iba a recibir mejores territorios que los que le iban a quitar por el este. Naturalmente el argumento no convenció al general. Cualquiera podía entender que cuando se habla de un territorio se habla de algo más que de un espacio físico. Se habla del hogar de generaciones enteras, de recuerdos, de tradiciones, de apego emocional… Anders insistió en que los aliados no deberían aprobar ningún cambio territorial hasta que, al final de las hostilidades, se convocase una conferencia de paz internacional. Churchill asintió y aseguró a Anders que estaría presente en ella. Y, añadió:
“Pueden estar seguros de que Gran Bretaña entró en esta guerra para defender el principio de su independencia y de que jamás les abandonaremos”[2]
Una vez más, volvió a mentirle. Ni Anders ni ningún otro dirigente polaco fue invitado a la conferencia en la que se discutirían las fronteras de su patria y Gran Bretaña ya había abandonado a Polonia hacía más de un año.
El general Anders, por su parte, dijo:
“Pero no podemos fiarnos de Rusia, pues la conocemos demasiado, y estamos convencidos de que todas las afirmaciones de Stalin de que desea una Polonia libre y fuerte son embustes e imposturas… Los soviets, al internarse en Polonia, los soviéticos, detienen y deportan a Rusia a nuestras mujeres y niños, como hicieron en 1939. Desarman a los soldados de nuestro Ejército interior, fusilan a nuestros oficiales y encarcelan a funcionarios de nuestra Administración civil… Nuestras mujeres y niños están en Varsovia, pero preferimos que perezcan antes de verlos sometidos a los bolcheviques. Todos queremos perecer luchando mejor que vivir humillados.” [3]
Churchill volvió a insistir en que el Reino Unido jamás abandonaría a Polonia. Y Anders y sus hombres siguieron combatiendo contra los alemanes mientras Stalin, ese “gran hombre recto y bueno” como lo había definido Joseph E. Davies, ya había enviado a los territorios polacos conquistados por sus tropas a las jaurías del NKVD con la misión de sojuzgar a los polacos empleando cualquier medio a su alcance.
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