¡Sálvese quién pueda!
Toro Sentado, Agalla y Caballo Loco, los caudillos Sioux que derrotaron al 7º de caballería
Cerca de las cuatro de la tarde las cinco compañías de Custer exploraban los barrancos que descendían hacia el campamento indio. Custer había dividido de nuevo su columna en tres alas. El ala izquierda, unos 80 hombres de las compañías E y F, quedaba al mando del capitán Yates, comandante de la compañía F y el capitán Keogh, de la compañía I asumía el del ala derecha, con las compañías C, I y L, unos 120 soldados. Custer desde el centro, con una pequeña plana mayor dirigiría ambas alas incorporándose en ocasiones a alguna de ellas.
Es difícil saber qué pretendía a ciencia cierta. Parece ser que el ala izquierda exploró algunos barrancos al Norte llegando a descender por alguno de ellos, en concreto el de Medicine Tail, hasta el borde mismo del campamento sin hallar entonces apenas resistencia digna de tal nombre. Sin embargo, a pesar de ello, el capitán Yates recibió instrucciones de no atacar y continuar su exploración por otros barrancos más hacia el Norte. ¿Por qué después de encontrar una vía fácil y desprotegida de acceso al poblado hostil por Medicine Tail Custer siguió buscando otras vías de penetración? La única explicación lógica es que intentara encontrar el camino que le permitiera alcanzar el campamento por el lugar en el que los indios no combatientes se alejaban de la batalla. De esta forma podría atacar después de haber capturado a las familias de los guerreros como rehenes. Algo que la caballería casi siempre intentaba al atacar los poblados de indios hostiles.
En cualquier caso hay versiones distintas sobre los movimientos de Custer y sus hombres en esos momentos decisivos. De lo que no cabe duda es de que poco a poco los indios fueron cruzando el Little Bighorn y ascendiendo por los barrancos hacia la altiplanicie por la que cabalgaban los soldados. Los primeros cruces de disparos se produjeron precisamente cuando algunas compañías del 7º de Caballería que exploraban los barrancos se toparon con guerreros que, abandonando el asedio a Reno se dirigían ahora contra Custer, liderados por dos jefes, Caballo Loco y Agalla.
Éste cabalgó ladera arriba con unos mil guerreros para atacar el ala derecha de las tropas. Mientras tanto, Caballo Loco ascendió por algún punto más al Norte fuera del campo de visión de los soldados y cayó por sorpresa sobre su ala izquierda desde el flanco derecho, el que Custer no consideraba expuesto. El mítico comandante del 7º de Caballería debió darse cuenta entonces de que había perdido la iniciativa; debían ser las cuatro y media de la tarde. Las compañías de Custer se hallaban separadas explorando el terreno unas y cubriendo sus movimientos otras. No presentaron un frente compacto ni cohesionado en casi ningún momento.
El desenlace comenzó poco después. El ala izquierda se hallaba más al Norte que el ala derecha y el ataque indio separó a la una de la otra. El principio del fin ocurrió sobre las cinco y cuarto cuando la compañía C del ala derecha al mando del capitán Tom Custer[1] intentó rechazar a unos guerreros que ascendían por un barranco. El ataque fracasó y acabó con una desbandada que envalentonó a los indios. Los supervivientes de la compañía C intentaron ganar la cresta de Calhoun Hill en la que estaban apostadas las otras dos compañías del ala derecha, la I y la L. Casi todos fueron muertos por indios a caballo ladera arriba mientras huían. En menos de diez minutos, sobre las cinco y veinte, los guerreros barrían Calhoun Hill exterminando a las tres compañías.
A continuación le tocó el turno al ala izquierda, a la que se había incorporado Custer. Las compañías E y F intentaron ofrecer resistencia cerca de un promontorio junto con algunos supervivientes del ala derecha que habían conseguido unírseles. A las cinco y media de la tarde todo había terminado. Custer y los 221 soldados de las cinco compañías que había tomado bajo su mando yacían muertos diseminados por los barrancos y ondulaciones de la orilla oriental del Little Bighorn. La batalla, realmente una matanza, había durado menos de media hora.
Poco antes de las cinco, desde Reno Hill, el capitán Wier al mando de la compañía D partió en auxilio de Custer. Unos 20 minutos después, una vez llegado el convoy de suministros, Benteen siguió a Wier con las compañías H, K y M. Sobre las cinco y media alcanzaron una colina desde la que asistieron como impotentes espectadores a los últimos momentos de la columna de su comandante en jefe. Poco después, los indios victoriosos fijaban su atención en ellos. Regresaron a la posición de Reno Hill, más segura y defendible y allí sobrevivieron hasta la llegada de la columna de Terry el día 27.
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A la una y media de la tarde los zulúes habían penetrado entre las compañías británicas y se abrían paso dentro del campamento. La situación se volvió caótica. Mientras algunas compañías seguían abriendo fuego hacia el frente, grupos de zulúes alcanzaban las tiendas y los carros de suministros muchos metros a su espalda. La marea zulú envolvió el campamento matando a cocineros, heridos, personal sanitario y de intendencia y a todo hombre blanco que se pusiese en su camino. Con la cohesión táctica totalmente perdida, el caos en el que se había convertido la batalla tan sólo beneficiaba a los impetuosos y temerarios zulúes. La infantería imperial acabó siendo arrollada. Algunos grupos consiguieron crear pequeños reductos de resistencia formando precarios cuadros o parapetándose detrás de algunos carromatos. Pero la supervivencia de estos últimos baluartes no pudo durar más allá de la munición que albergaban las cartucheras de los defensores. Sobre las tres y media de la tarde todo había terminado. Los únicos disparos que se escuchaban procedían de los Martini-Henry que habían caído en manos de los zulúes y que éstos disparaban en señal de victoria. Más de 600 soldados británicos del 24º regimiento, 200 de caballería, artillería e intendencia y otros 200 soldados nativos, algo más de mil en total, yacían mutilados en la ladera nororiental del kopi de Isandlwana.
Fusilero del 24º regimiento btitánico. Isandlawana, 1879.
(Lámina del autor)
(Lámina del autor)
Lord Chelmsford, que por fin había llegado a comprender que algo grave ocurría en Isandlwana, llegó al desolado campamento sobre las ocho de la tarde, a la puesta de sol. Para entonces todoslos hombres que había dejado allí hacía escasamente 16 horas estaban muertos.
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Baratieri, conocedor de la crítica situación de la brigada indígena de Albertone decidió formar con las brigadas de Dabormida y Arimondi un frente que fuese capaz a un tiempo, de rechazar a los abisinios que perseguían a los hombres de Albertone en retirada y de socorrer a estos últimos e incorporarlos de nuevo a la batalla. Este frente debía discurrir entre el monte Raio y el monte Bellah.
La columna de Dabormida, siguiendo los defectuosos mapas, avanzó por el valle de Mariam Scioaitu. Describiendo un movimiento circular por el flanco derecho alcanzó el monte Diriam y destacó allí un batallón intentando apoyar a Albertone, pero en este rodeo, se alejó demasiado del monte Bellah no pudiendo ocuparlo pues el centro abisinio de Mengesha y la caballería de Ras Mikael se habían adelantado. Por su flanco izquierdo la brigada de Arimondi tomó posiciones en el monte Raio pasadas las 9 de la mañana, pero para entonces, los abisinios ya se habían infiltrado en grandes cantidades entre los montes. Las dos brigadas quedaron aisladas y no pudieron formar el frente compacto que Baratieri había ordenado.
La brigada Ellena, como fuerza de reserva, siguiendo las órdenes de Baratieri se adelantó a reforzar a Arimondi. Mientras Ellena avanzaba, la avalancha Abisinia se infiltraba por sus flancos situándose en la retaguardia y encerrando a los italianos en una trampa mortal. Las dos brigadas, junto con algunos supervivientes de la brigada indígena de Albertone fueron aniquiladas sin que las fuerzas de Dabormida pudiesen ni tan siquiera aproximarse. El general Arimondi cayó al frente de sus hombres.
En el estrecho valle de Mariam Scioaitu la brigada Dabormida fue igualmente rodeada, superada y aniquilada. Los italianos intentaron retirarse combatiendo pero las dos únicas salidas del valle en la retaguardia estaban ocupadas por los abisinios, al igual que todas las alturas que dominaban el desfiladero. El general Dabormida pereció con la totalidad de su estado mayor. Casi ninguno de sus hombres sobrevivió.
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