lunes, 6 de junio de 2011

POLONIA TRAICIONADA. Cómo Churchill y Roosevelt entregaron Polonia a Stalin (XXI). Jorge Álvarez.

La defección de Mikolajczyk

El siniestro edificio de la Plaza Lubianka en Moscú

Desde principios de 1945 el nuevo gobierno polaco de Londres sospechaba que Mikolajczyk estaba entrando en el juego de los británicos y que había aceptado el papel que el Foreign Office le había ofrecido para liderar a una facción de polacos exiliados que, actuando al margen del gobierno legal dirigido por su sucesor Tomasz Arciszewski, aceptase regresar a Polonia y colaborar en la formación de un nuevo gobierno controlado por los comunistas de Lublin.



Antes de volver al frente de sus tropas en Italia, el 24 de Febrero el general Anders se entrevistó con Mikolajczyk en Londres. El primer ministro Arciszewski pensaba que una conversación con el general, considerando el enorme prestigio que Anders había adquirido entre los polacos, podría influir en Mikolajczyk y hacerle recapacitar.

Anders no se anduvo con rodeos.

“He venido pata tratar de disuadirle de su viaje a Polonia. Quisiera expresarle mi convicción de que no sólo comete con ello un grave error, sino de que obra en perjuicio de Polonia.”

“Nuestra generación y las que han de venir le maldecirán por ello. La opinión pública del mundo va a creer, aunque sólo sea por la propaganda soviética, que todo lo ocurrido tiene la conformidad de los polacos…”

“Las decisiones de Yalta son un crimen contra la nación polaca; y nosotros los polacos - incluyendo a usted - no podemos participar en él.”[1]

Las palabras de Anders revelaban la amargura que sentía el gobierno polaco ante el abandono de que habían sido objeto por parte de las potencias anglosajonas y la indignación que les causaba el intento de los británicos por dividir a los polacos libres. Las maniobras de Churchill para encontrar entre ellos algún títere a su servicio que se prestase a legitimar ante el mundo la traición a Polonia como si hubiese sido un acto consentido por los propios polacos recordaba notablemente a la jugada que había hecho Stalin sacándose de la manga después del escándalo de Katyn a los dóciles polacos de Lublin.

Mikolajczyk no se inmutó. Rechazó de plano todas las argumentaciones de Anders y defendió su decisión de viajar a Polonia para participar en las elecciones. Según él, Roosevelt y Churchill no iban a consentir que Stalin controlase Polonia a su antojo ni que incumpliese su compromiso de convocar unas elecciones democráticas. De nada sirvió que Anders le advirtiese de que unas elecciones controladas por los soviéticos no tendrían nada de democráticas. Él personalmente había visto lo ocurrido en las elecciones que los soviéticos habían convocado en 1939 en la parte oriental de Polonia que habían ocupado en connivencia con los nazis. Todo había sido una farsa descomunal. Además le advirtió de que todos los polacos que se presentasen a esas elecciones en las listas de su partido quedarían expuestos a las represalias de los soviéticos al haberse significado políticamente en su contra.

Convencido de que no podía persuadir a Mikolajczyk del tremendo error que estaba a punto de cometer, Anders se despidió de él después de espetarle una dramática advertencia:

“Temo que a los tres meses de las elecciones simuladas se encuentre usted preso, tal vez en mi antigua celda de Lubianka[2], donde le meterán por traidor a la nación y por espía.”[3]

A finales de Marzo, con la guerra prácticamente ganada, los soviéticos contactaron con las fuerzas de la resistencia interior polaca leal al gobierno de Londres para concertar una reunión oficial cuya finalidad sería poner en marcha el proceso para unas elecciones democráticas y reorganizar, como paso previo, los partidos políticos que concurrirían a las mismas. Dieciséis delegados de la resistencia polaca se presentaron en el cuartel general soviético del general Ivanov el 28 de Marzo de 1945. Inmediatamente, acusados de traición, todos fueron detenidos y durante meses nada se volvió a saber de ellos.

A pesar de tener pleno conocimiento de este incidente, Mikolajczyk se mantuvo firme en su postura y unas semanas después viajaba a la Polonia ocupada por el Ejército Rojo para colaborar en un gobierno provisional con los comunistas de Lublin.


[1]Wladyslaw Anders, Op. Cit., p. 357.
[2] La sede central del NKVD en Moscú se hallaba en la Plaza Lubianka y este nombre quedó para siempre asociado a este siniestro centro de detención y tortura.
[3] Wladyslaw Anders, Op. Cit., p. 359.

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