El pasado 19 de Mayo el presidente norteamericano Barack Obama pronunció un discurso que ha generado una polémica colosal y al mismo tiempo injustificada y previsible. El presidente se mostró partidario de fundamentar el proceso de paz entre Israel y los palestinos arrancando del punto de partida de la aceptación por ambas partes de las fronteras de 1967. No hacía falta ser un lince para, nada más leer la noticia en los medios, pronosticar la tormenta que se avecinaba. Naturalmente, casi al instante, los israelíes, las organizaciones judías de todo el mundo - fundamentalmente las de los Estados Unidos - y los gentiles afines al neoconservadurismo, se rasgaron las vestiduras y pusieron en marcha al máximo de revoluciones su descomunal maquinaria de agitprop.
Y, como no podía ser menos, a la batalla acudió uno de los más valiosos paladines con que cuenta el sionismo de un tiempo a esta parte: José María Aznar. Para quien aún no lo sepa, el expresidente del gobierno ha pasado a ser la cabeza visible, el chairman, de un siniestro think tank llamado Friends of Israel. Esta “cosa”, fundada en París hace poco más de año y medio, reúne a una serie de individuos no-judíos que se supone que tienen una cierta relevancia política o cultural. Y precisamente, ejerciendo de líder de esta secta internacional, el señor Aznar acudió a Brasil invitado a un encuentro organizado en Sao Paulo por una organización judía, la Sociedad de Beneficencia Israelita Brasileña Albert Einstein. Y allí, ante un auditorio entregado, arremetió contra la propuesta de Obama y, sumándose a la campaña del lobby sionista internacional, manifestó su total desacuerdo con la idea de aceptar las fronteras de 1967 como base para cualquier negociación entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina.
Aznar, los amigos de Israel y los sionistas en general, intentan convencer a la opinión pública mundial de que el regreso a las fronteras de 1967 es una idea descabellada, ridícula, que carece de fundamento y que nadie en su sano juicio puede defender.
Sin embargo, la realidad es que la resolución 242 de las Naciones Unidas de Noviembre de 1967, aprobada por unanimidad, ya exigía la retirada israelí de los territorios que acababa de ocupar en la Guerra de los Seis Días para retornar a las fronteras previas, es decir, las de 1967. Y tampoco deberían considerar los sionistas y sus palmeros tan descabellada la idea de Obama cuando ya formaba parte del Plan elaborado por William Rogers para Oriente Medio en 1969 y del que propuso George Schultz en 1988, planes concebidos por dos Secretarios de Estado de los Estados Unidos, el primero con Nixon y el segundo con Reagan. Tampoco debe ser algo tan absurdo defender las fronteras de 1967 en la actualidad cuando la Unión Europea, las Naciones Unidas y Rusia, que junto a los Estados Unidos, forman el Cuarteto que coordina diplomáticamente la implementación de los acuerdos de Oslo, han mostrado su apoyo al discurso de Obama.
Realmente, el regreso a las fronteras de 1967 es lo menos que se puede hacer si se quiere hacer progresar un proceso de paz mínimamente justo. No debemos olvidar que el territorio que permanecería bajo control palestino con estas fronteras sigue siendo mucho menor que el que las Naciones Unidas otorgaron a los árabes palestinos en la partición de 1947 y tampoco que esta partición ya era a todas luces perjudicial para los palestinos por cuanto les había asignado menos de la mitad del territorio cuando la población palestina del Mandato británico doblaba a la judía.
La que sí resulta tremendamente descabellada es la argumentación esgrimida por Netanyahu, repetida en Sao Paulo por Aznar y coreada por todos los sionistas y sus simpatizantes de que las fronteras de 1967 resultan inadmisibles para Israel porque resultan imposibles de defender militarmente. ¿Desde cuándo es éste un argumento legítimo en el Derecho Internacional? ¿Acaso son más defendibles militarmente las fronteras de Polonia con Rusia, o las de Bélgica con Francia? ¿No son indefendibles en la actualidad las fronteras de Siria con Israel en los Altos del Golán? Si Israel aprendiese a vivir en paz con sus vecinos árabes, en lugar de agredirles sistemáticamente para robarles las mejores tierras, los accesos a los escasos recursos hídricos y las posiciones estratégicas, seguramente no necesitaría unas fronteras defendibles.
Pero es que además, los Estados Unidos, en todos sus intentos para que Israel suavice sus posiciones negociadoras, se han comprometido hasta la fecha a seguir asegurándole, con su relación económica y militar preferencial, la absoluta superioridad material y tecnológica sobre todos los ejércitos de las naciones árabes circundantes. Las fronteras de 1967, con esta apabullante superioridad, e incluso obviando el secreto a voces de que Israel dispone además de un vasto y sofisticado arsenal nuclear, son absolutamente defendibles.
Sin embargo, no debemos ser demasiado optimistas. Esta disputa la acabarán ganando una vez más los jefes de Aznar. No olvidemos que tanto el plan de William Rogers en 1969 como el de George Schultz en 1988 descarrilaron antes de arrancar. Y, considerando que el poder del "lobby" judío en los Estados Unidos, lejos de ir a menos desde entonces, ha crecido de forma notable, la propuesta de Obama quedará relegada al olvido mientras los israelíes, con dinero de los contribuyentes americanos, seguirán construyendo asentamientos ilegales en Cisjordania con total impunidad.
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