jueves, 7 de abril de 2011

LA BANDA DEL TESORO (VII). Jorge Álvarez

El Plan Morgenthau: el plan de Harry Dexter White (II)


El general "Ike" Eisenhower

En algún momento de Julio o Agosto de 1944 Morgenthau decidió investigar sobre el terreno las intenciones de las altas personalidades militares norteamericanas y de los dirigentes políticos británicos para ir allanando el camino que debería desembocar en una política de posguerra implacable hacia Alemania y el pueblo alemán. En consecuencia, planeó un viaje a Gran Bretaña acompañado de un reducido séquito, su confidente Harry Dexter White y otros dos funcionarios del Tesoro, Josiah DuBois y Fred Smith. A estos últimos debemos algunas revelaciones acerca de esta misteriosa gira que la inmensa mayoría de los historiadores, a pesar de su enorme trascendencia política, ha preferido pasar por alto.

Sabemos por las declaraciones que DuBois años después hizo al hijo de Morgenthau que durante la travesía en avión, White entregó a éste una copia del informe del Comité Interdepartamental de Política Exterior de Washington acerca de la política de posguerra hacia la Alemania derrotada, sabiendo que las conclusiones de este documento estaban en las antípodas del pensamiento de su jefe. White iba desarrollando su plan y para ello debía utilizar con inteligencia la enorme influencia que tenía sobre su superior directo. Literalmente, según DuBois:

“Durante el viaje en avión White y su padre se sentaron juntos y aunque yo no estaba espiando deliberadamente, me resultó obvio por la conversación, que estaban hablando en términos generales de cómo obtener reparaciones de la Alemania vencida. Para cuando aterrizamos en Inglaterra yo no albergaba ninguna duda de que su padre en ese momento ya estaba completamente seguro de que la aproximación al problema que había hecho el Departamento de Estado era un error.”[1]

Efectivamente, Morgenthau se sintió conmocionado ante las conclusiones del informe. Estaba resuelto a impedir que el Departamento de Estado dirigiese la política de ocupación de Alemania.

En Agosto el general Eisenhower, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa occidental, recibió un despacho de Washington informándole de que recibiría en breve la visita a su cuartel general del Secretario del Tesoro acompañado de algún alto funcionario de este departamento. No ignoraba que el Secretario del Tesoro era, dentro del gabinete, el hombre más próximo al presidente Roosevelt. Así pues, el día 6, a bordo de su tren especial, envío a Escocia al coronel Bernard Bernstein para recoger a los ilustres visitantes.

El coronel Bernstein, personaje sumamente destacado en esta trama y a menudo ignorado en casi todos los ensayos, era en realidad un alto funcionario del Departamento del Tesoro que en 1942 había sido “casualmente” asignado como asesor financiero del general Eisenhower. Nacido en Nueva York en el seno de una familia judía había entrado en el Departamento del Tesoro en 1933, el mismo año en el que comenzó el mandato de Roosevelt. Bernstein era un abogado especializado en oro, recursos financieros  y política monetaria. En 1942 fue asignado al cuartel general de Eisenhower con el cargo oficial de Consejero Financiero para Asuntos Civiles y Gobierno Militar. Era, sin ningún género de dudas, el hombre de Morgenthau en el cuartel general de Eisenhower y a pesar de su uniforme y sus distintivos de coronel sabía perfectamente a quién debía lealtad. Con el tiempo, Bernstein, gracias a la influencia de Morgenthau  sobre Roosevelt consiguió la potestad de elegir a sus colaboradores y en consecuencia convirtió la División de Asuntos Civiles del ejército, G5 (U.S. Army Civil Affaires), en un cortijo del Departamento del Tesoro dirigido por él y al servicio de su jefe y amigo Morgenthau, desplazando a muchos oficiales de esta División que procedían del Departamento de Estado y que no compartían con él la política vengativa de posguerra hacia Alemania.

Cuando Bernstein acudió a recibir a Morgenthau y a White a Escocia aún no había conseguido acaparar el control de la División de Asuntos Civiles. Por eso les entregó alarmado el borrador de lo que iba camino de convertirse en el Manual Militar para Alemania, un libro que marcaba las líneas maestras de la futura política de ocupación militar, de las relaciones con la población y de la colaboración en la recuperación económica del país. Este documento no era más que un borrador del futuro manual, aún no había sido aprobado y tenía carácter secreto, por lo que Bernstein estaba cometiendo un delito al hacerlo público a personas que no tenían ninguna atribución formal en el asunto. [2]   

En cualquier caso, la lectura de este borrador, unida a la del informe que le había pasado White del Comité de Política Exterior, convenció a Morgenthau de que había que paralizar los planes que se estaban desarrollando para el futuro de la Alemania vencida y sustituirlos por un único y gran plan que estuviese avalado por el presidente Roosevelt y por los dirigentes británicos de máximo nivel. Y este plan iría en la dirección opuesta.

El 7 de Agosto, en Portsmouth, tuvo lugar la misteriosa reunión de Eisenhower con Morgenthau y su séquito de funcionarios del Tesoro. Por las declaraciones, en este caso, de Fred Smith, sabemos algo de lo que se habló. Morgentahu y White quedaron profundamente complacidos al oír las manifestaciones visceralmente anti alemanas del comandante en jefe de todas las fuerzas aliadas en Francia. White sacó a relucir el tema que les había llevado hasta allí a él y a su jefe con lo que podríamos calificar como una propuesta de tanteo. Dijo: “Lo que nosotros pensamos es que deberíamos darle a la economía alemana una oportunidad para sentar la cabeza antes de adoptar cualquier otra medida al respecto.” Fue entonces cuando Eisenhower, un hombre al que todos los historiadores han considerado extremadamente prudente, se despachó con un discurso repleto de odio:

Yo no estoy interesado en la economía alemana y personalmente no me gustaría reforzarla si eso les facilita las cosas a los alemanes.
Los líderes nazis y todos los soldados de las SS deben ser, sin ninguna duda, condenados a muerte, pero los castigos a los alemanes no deben finalizar ahí.
El entero pueblo alemán es sintéticamente paranoico.
Desde luego que no tiene sentido reforzar su economía ni adoptar cualquier otra acción que les pueda beneficiar.”[3]

Inmediatamente White preguntó a su draconiano anfitrión si tenían su consentimiento para citar las afirmaciones que acababa de hacer acerca de la forma de tratar a los alemanes vencidos. Eisenhower asintió y, para que no quedasen dudas de que todo lo que había dicho no eran meros comentarios coloquiales de ámbito privado, sentenció:

"Yo mismo se lo diría al presidente si fuera necesario."[4]


[1] Henry Morgenthau III, Mostly Morgenthaus. A Family History, Ticknor and Fields, 1991, p. 352.
[2] “La forma extremadamente irregular con la que Bernie entregó este borrador fue algo evidente para ambos (Morgenthau y White). Bernie posteriormente comprendió que esta indiscreción le costó el ascenso a general y la concesión de la Medalla de Servicios Distinguidos.” Henry Morgenthau III, Op. Cit., p. 367.
[3] John Dietrich, The Morgenthau Plan. Soviet Influence on American Postwar Policy, Agora Publishing, 2002, p. 26.
[4] Fue el propio Morgentahu quien sugirió a su subordinado Fred Smith en 1948 que revelase lo que Eisenhower les había dicho el 7 de Agosto de 1944 en Portsmouth. En aquellos momentos los vientos estaban cambiando de dirección: la guerra había finalizado hacía más de tres años,  la luna de miel con la Unión Soviética había finalizado comenzando la Guerra Fría, China había caído del lado comunista definitivamente… En los Estados Unidos los anticomunistas empezaban a acusar a los dirigentes de la era Roosevelt de haber contemporizado en exceso con Stalin (y con Mao) y la opinión pública americana empezaba a sospechar de las intenciones de quienes habían propuesto destruir a Alemania después de la guerra, porque ahora parecía evidente que anular a la única gran potencia de Centroeuropa que podía frenar el expansionismo soviético sólo podía favorecer a la URSS. Es en este contexto en el que Morgenthau, a través de Fred Smith, decidió hacer públicas las viscerales declaraciones germanófobas de Eisenhower, el gran  héroe nacional, con la intención de demostrar que él y sus “chicos del Tesoro” no habían sido los únicos empeñados en destruir la economía alemana. Naturalmente, Eisenhower desmintió a Smith. Lo que había dicho sobre Alemania y los alemanes, en 1944 era útil para la promoción de su carrera política, pero en 1948 resultaba perjudicial.

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