martes, 19 de febrero de 2013

HISTORIA DE LOS JUDÍOS, ESOS TIPOS TAN ENTRAÑABLES, XVIII. Jorge Álvarez


LA ERA DEL MERCANTILISMO.
La Guerra de los Treinta Años




“Con todo, el mercantilismo, unido a la política de la razón de Estado y a los nuevos estudios, contribuyó poderosamente a cambiar las ideas sobre los judíos. Por lo general, la corriente antisemita del mercantilismo fue minoritaria.”[1]

Jonathan I. Israel
 

“Los judíos de Polonia empleaban el crédito de los judíos alemanes, y éstos a su vez recibían suministros de sus hermanos de Polonia.”[2]

Shmuel Ettinger
 
Así como la división del mundo gentil en dos bloques, el cristiano y el musulmán, favoreció la expansión económica de los judíos y el crecimiento de sus comunidades, la nueva división del bloque cristiano provocada por la herejía protestante, como ya vimos, volvió a favorecer a los judíos.

A comienzos del siglo XVII la inmensa mayoría de la población judía europea se concentraba en el gigantesco reino de Polonia. Ya vimos cómo los judíos se pusieron al servicio de los nobles polacos para administrar los territorios conquistados y recaudar impuestos. Y también vimos cómo Polonia prosperó mucho en aquella época en la que el resto de Europa, sobre todo Centroeuropa, se desangraba en la Guerra de los Treinta Años. Que Polonia y sus judíos prosperasen con una gran guerra en Occidente que respetó sus fronteras, entra dentro de la lógica de los estados neutrales que se benefician de las guerras de sus vecinos suministrando mercancías a los contendientes. Sin embargo, lo que no es tan habitual, es que en el epicentro de una guerra larguísima y devastadora en la que todas las poblaciones afectadas padecen sufrimientos espantosos, una comunidad minoritaria prospere de forma escandalosa.

Las comunidades judías de Europa central durante la Guerra de los Treinta Años conocieron, en medio de un infierno devastador para los cristianos que se asesinaban con saña, un espléndido período de crecimiento demográfico y riqueza extraordinarios. Una vez más, supieron aprovechar las divisiones del mundo gentil para obtener beneficios mediante la intermediación y la especulación. Como señala Paul Johnson,

“Así, asistimos al hecho extraño de que durante la guerra de los Treinta Años por primera vez en su historia los judíos fueron tratados mejor, y no peor que el resto de la población. Mientras Alemania sufría el peor tormento de su historia, los judíos sobrevivían e incluso prosperaban.”[3]

“…la primera fase de las finanzas judías en gran escala fue un producto de la guerra de los Treinta Años.”[4]

Los judíos, efectivamente, gracias a la guerra, desarrollaron aún más sus habilidades financieras  y fueron perfeccionando los mecanismos que finalmente darían lugar al capitalismo global moderno. Jonathan I. Israel lo resume como sigue:

“Lo cierto es que no existe la más mínima evidencia de que la judería centroeuropea disminuyera durante los años de la guerra, ni mucho menos de que lo hiciera en un grado ligeramente inferior al del total de la población.

“Lo que demuestra la evidencia es que en ese momento los judíos se expandieron en todas direcciones desde las localidades donde habitaban en 1618 y accedieron, además, a sectores económicos total o parcialmente vedados hasta entonces.”[5]

Y Paul Johnson, en la misma línea, escribió:

“Este terrible conflicto, que arruinó Alemania, impulsó a los judíos hacia el centro mismo de la economía europea.”[6]

Así fue, en efecto. Alemania, además de sufrir la destrucción de la mitad de sus ciudades y villas y la devastación de sus campos y de sus talleres, perdió más de un tercio de su población. Sin embargo, la población judía, lejos de disminuir, aumentó y su prosperidad se disparó. Durante décadas, este molesto hecho, fue negado tozudamente por los historiadores judíos y los gentiles judiófilos, que insistían en que los judíos habían sufrido las consecuencias de la guerra en la misma medida que los cristianos. Sin embargo, los estudios actuales no dejan lugar a dudas. El profesor Jonathan I. Israel, seguramente la mayor autoridad entre los expertos en la época de la Ilustración en general y en este período de la historia de los judíos, lo explica como sigue:

“Que suecos e imperiales trataron en general a los judíos mucho mejor que al resto de la población es algo sobradamente probado por los anales de la época. Como también es cierto que la sola mención de esta realidad inquietó en el pasado vivamente a los historiadores judeoalemanes, habituados a despachar la cuestión asegurando una vez tras otra que durante la Guerra de los Treinta Años los judíos no fueron tratados “ni peor ni mejor que sus vecinos cristianos.”[7]

La realidad es que los judíos fueron no sólo respetados, sino también favorecidos por las tropas católicas imperiales primero y posteriormente por los ejércitos protestantes suecos. La población católica y la protestante, padeció hambre, enfermedades, saqueos y asesinatos a manos de los ejércitos que ocupaban sus tierras, sobre todo por parte de las tropas mercenarias que ambos bandos utilizaban con profusión. Sin embargo, las mismas tropas que perpetraban atrocidades inimaginables contra la población cristiana, recibían órdenes concluyentes de no tocar a los judíos del lugar. Ni tan siquiera eran reclutados a la fuerza, como se hacía a menudo con los campesinos cristianos, para servir en los ejércitos ¿Por qué?

Este descomunal enfrentamiento que afectó a todas las grandes potencias europeas y que se desarrolló básicamente sobre suelo alemán durante un período de tiempo tan largo, obligó a los contendientes a consumir enormes cantidades de recursos de forma prolongada. Las principales extensiones agrícolas y ganaderas del Este, controladas entonces por la boyante mancomunidad Polaco-Lituana, estaban, como ya vimos, administradas y gestionadas por judíos al servicio de los nobles polacos. Y los judíos de Centroeuropa mantenían estrechos lazos comerciales con sus correligionarios de Polonia y Ucrania. Como consecuencia de la guerra por toda Alemania, las incautaciones, los saqueos y la destrucción, originaron una escasez creciente de alimentos, animales y materiales y al mismo tiempo, de dinero para adquirirlos. Pero los judíos alemanes se encontraban en el momento y en el lugar adecuados para suministrar a los ejércitos todo lo que necesitaban y a los príncipes la financiación para pagarlo. Tanto a los católicos, como a los protestantes. Como señala Paul Johnson,

“Los judíos, con su extraordinaria capacidad para echar mano de los suministros escasos y obtener dinero líquido en un mundo sombrío y hostil, pronto llegaron a ser indispensables para todos los bandos. Cuando los suecos hicieron retroceder la marea católica, y la mayoría de los judíos alemanes se vio sometida al dominio luterano, al principio se castigó a los judíos con préstamos forzosos, pero al cabo de un año los judíos estaban trabajando como contratistas principales del ejército sueco.”

“Con el correr del tiempo, a medida que más y más potencias europeas intervinieron en la lucha, los judíos de Renania y Alsacia, de Bohemia y Viena, abastecían a todos.”[8]

¿Cómo pudieron los judíos convertirse en los principales beneficiarios de esta espantosa y larga guerra? En general los historiadores judíos (y sus admiradores gentiles), si bien reconocen el hecho, apenas se detienen a explicar el “modus operandi” que los judíos ponían en práctica para lucrarse de forma tan grosera en medio de una situación de caos, miseria y violencia extrema. Como suelen insistir en que los judíos, desde antiguo, se dedicaban al préstamo a interés por imposición de los cristianos, encuentran muy difícil explicar cómo, atrapados en el centro de una guerra devastadora, pudieron prosperar espectacularmente ¿Acaso los ejércitos luteranos e imperiales también les obligaban a venderles suministros a precios desorbitados? Porque no deja de resultar curiosa la manía que según los judíos, tenemos los gentiles de obligarles, contra su voluntad, a hacerse inmensamente ricos. La realidad es que las comunidades judías centroeuropeas, que como ya vimos habían prosperado enormemente gracias al comercio y por supuesto también a la práctica regular de la usura, tenían dinero en efectivo y contactos estrechos con los judíos de Polonia, que, a sueldo de los nobles, regentaban y explotaban las gigantescas extensiones agrícolas y ganaderas de Polonia y Ucrania, zonas que por entonces, permanecían al margen de la guerra y a salvo de la destrucción. Cuando los ejércitos pedían caballos, alimentos, forraje… los judíos eran casi los únicos que, en medio del caos, mantenían abiertas sus redes comerciales. Y, a medida que obtenían mayores beneficios, podían comprar también los escasos bienes disponibles en los mercados de Centroeuropa, pagando por ellos más que nadie, en la seguridad de que, a su vez, ellos se los podrían vender aún más caros a los ejércitos. Por ejemplo, en Suiza, que se encontraba al margen de la guerra, los judíos se concentraron en las poblaciones fronterizas para vender caballos, ganado y forraje a las guarniciones de Alemania colindantes. Como señala Jonathan I. Israel (casi de pasada, y sin extraer ninguna conclusión del hecho), en 1637 los judíos fueron expulsados de Basilea, después de haber acaparado, comprando a precios altos, enormes cantidades de grano y forraje, de forma que provocaron un aumento brutal - y artificial - de los precios de los principales alimentos de primera necesidad. Esta actividad especulativa les hizo ricos, pero en muchos casos, su capacidad para acaparar productos y manipular precios, perjudicó aún más a muchos gentiles pobres que ya vivían en condiciones penosas por culpa de la guerra.

Estas actividades abrieron las puertas de las cortes de los príncipes alemanes a muchos de estos judíos, que acabarían siendo conocidos como “hofjuden” o  judíos de corte durante el siglo XVIII y a su vez darían lugar a las famosas sagas de banqueros judíos a partir del XIX. Como apunta Jonathan I. Israel, se anuncia un cambio de ciclo,

“la década de los 40 del siglo XVII marcó el comienzo de una mayor participación de los judíos en la artesanía, las finanzas de Estado y el aprovisionamiento a gran escala de marial bélico, que iban a constituir el núcleo de sus actividades en Europa hasta mediado el siglo XVIII.”[9]

Algo que tampoco se le escapa a Jacques Attali,

“En 1648, al salir de la guerra de los Treinta Años, en Europa central, el sistema de las corporaciones ha muerto; la Hansa perdió su importancia; las asociaciones se esfumaron. Los judíos hacen irrupción entonces en el artesanado y la industria.”

“Otro mito que se destruye: los judíos no se atrincheran voluntariamente en el comercio y la banca; en cuanto desaparecen las corporaciones, en cuanto se borran las coerciones religiosas, también vienen a trabajar en lo que todavía no se llama industria.”[10]

Si bien es cierto, como estamos viendo, que la Guerra de los Treinta Años favoreció el ascenso de los judíos a un nivel de integración en la vida económica europea mucho más alto del que habían tenido hasta entonces, no es tan cierto que se dedicasen a la actividad industrial de forma generalizada. Sí ocurrió en cambio, que el fin del gremialismo cristiano, arrasado en gran medida por la actividad económica de los judíos en esa época convulsa, facilitó el triunfo de un modelo económico nuevo en el que los judíos eran protagonistas y al que se sumaron con éxito los cristianos calvinistas: el capitalismo.



[1] Jonathan I. Israel, op.cit., p. 79.
[2] Shmuel Ettinger - H.H. Ben Sasson, op. cit., p. 876.
[3] Paul Johnson, op. cit., p. 261.
[4] Paul Johnson, op. cit., p. 321.
[5] Jonathan I. Israel, op.cit., p. 123.
[6] Paul Johnson, op. cit., p. 260.
[7] Jonathan I. Israel, op.cit., p. 122.
[8] Paul Johnson, op. cit., pp. 260-261.
[9] Jonathan I. Israel, op.cit., pp. 135-136.
[10] Attali, op.  cit., p. 248.

No hay comentarios:

Publicar un comentario