RELEXIONES EN UN 20-N
España está en
bancarrota y las próximas generaciones de españoles que consigan evitar la
emigración y encuentren trabajo en su patria, van a estar trabajando la mitad
de su vida sólo para pagar la enorme deuda contraída por el régimen democrático
en los últimos 37 años. La mitad de lo que ganen y la mitad de las horas de
esfuerzo que dediquen se lo llevará el estado vía impuestos, pero no se
destinará a construir nuevas infraestructuras ni a reformar las ya existentes.
Casi todo ese dinero se irá por el monstruoso sumidero de la deuda pública. Los
españolitos ya pueden ir grabando en sus recuerdos las carreteras, los
hospitales y los colegios de hoy, porque dentro de veinte años seguirán siendo
los mismos, pero en estado ruinoso. Apenas se levantarán nuevas instalaciones y
las que tenemos se deteriorarán sin posibilidad alguna de reparación. La
democracia, a través de los partidos políticos, ha saqueado España brutalmente.
No sólo han dilapidado el dinero de los impuestos, sino que también han
derrochado y robado ingentes cantidades de fondos de cohesión y estructurales
que nos han llegado de Europa en los últimos años, malgastándolos en obras
suntuarias de escasa utilidad destinadas a financiar, a través de empresas
“amigas”, a los partidos, a los amigos y a los representantes de los partidos.
Obras adjudicadas bajo comisiones ilegales y ejecutadas por precios
absolutamente desorbitados. Obras destinadas igualmente a comprar votos con
dinero público impresionando a los incautos votantes con instalaciones públicas
fastuosas pero insostenibles a medio plazo, como ahora resulta evidente. Las
universidades públicas de lujo que imparten las mismas titulaciones a setenta
kilómetros la una de la otra construidas en el momento en el que la natalidad
caía en picado, los aeropuertos sin aviones, las autopistas sin tráfico, los
coquetos polideportivos levantados en muchos pueblos semidespoblados en los que
solo viven jubilados y también erigidos unos a escasos kilómetros de otros…
Ejemplo paradigmático de esta mezcla de dispendio, robo y compro de votos fue
la ensoñación zapateril de la “Escuela 2.0” con ordenadores portátiles para
cada niño.
Hoy mismo, en la prensa
se puede leer cómo la Unión Europea le da un tirón de orejas a nuestros
dirigentes políticos: “Bruselas exige a España que invierta más en
empleo y menos en carreteras.” Y de forma un tanto eufemística, podíamos leer en la misma noticia: “En España ha habido mucha inversión en infraestructuras, muchas de
ellas útiles, otras… digamos discutibles.” (El País, 19-XI-12).
No deja de resultar
llamativo que ningún analista económico o político ni ningún tertuliano
televisivo o radiofónico compare la deuda sobre PIB que tenía España hace 37
años con la que tenemos hoy. Pues bien, en 1975, el año en que murió Franco, la
deuda sobre PIB era del 13 por ciento, actualmente sobrepasa el 70 por ciento y
seguirá creciendo, de forma que los impuestos seguirán subiendo para pagar
deuda e intereses, el consumo seguirá cayendo y en consecuencia el paro seguirá
aumentando.
¿Cuántos parados había
en la España de 1975? Medio millón, sobre una población de 35 millones. Ahora
estamos en 6 millones de desempleados sobre una población de 47 millones, o lo
que es lo mismo, pasamos de un 5 por ciento de paro en la dictadura a un 25 por
ciento en la democracia. ¿Cuántos funcionarios teníamos en 1975? Poco más 750
mil frente a los más de tres millones actuales. En la era de la informática,
son necesarios menos empleados públicos, no más. Pero los partidos políticos de
la democracia tienen muchos “compromisos” que atender, muchos amigos que
colocar. Entre derroche demagógico y trinque a manos llenas, el gasto de las administraciones públicas se
ha disparado desde la muerte de Franco y, antes o después, el sistema estaba
abocado al colapso. Pero la casta que dirige el sistema no escarmienta y antes
que renunciar a sus privilegios prefiere huir hacia adelante acudiendo una y otra
vez a los mercados financieros a endeudar más al país.
Hoy mismo: "El Tesoro Público ha adjudicado 4.937 millones de euros en letras a 12 y 18 meses." (Diario el Mundo, 20-XI-2012).
Hoy mismo: "El Tesoro Público ha adjudicado 4.937 millones de euros en letras a 12 y 18 meses." (Diario el Mundo, 20-XI-2012).
En 1975 nos dijeron que
la democracia era la panacea universal, que España prosperaría como nunca y que
la entrada en Europa (¿acaso estábamos fuera?) elevaría nuestro nivel de vida.
La entrada en las instituciones europeas ha servido para que nuestra industria
fuese sacrificada a cambio de unos fondos comunitarios que los políticos
emplearon en su propio interés, no en el de la nación. También nos dijeron,
imagino que se acordarán, que los millones de inmigrantes que se colaban por
nuestras fronteras iban a salvar nuestro sistema de pensiones. El régimen de
Franco levantó por primera vez en España un sistema de Seguridad Social moderno
y eficaz, que en 1975 era ya casi universal, pues englobaba al 85 por ciento de
la población, un hito absoluto en nuestra Historia. La democracia se ha cargado
literalmente este sistema y, como era de prever, los inmigrantes, lejos de
salvarlo, lo han condenado aún más.
Tal vez, algún día, con perspectiva suficiente, la
Historia refleje la verdad de lo que ha pasado en España en las últimas
décadas. Una verdad evidente, que hoy nadie quiere reconocer. La democracia ha
saqueado este país, una vez próspero y unido, hasta dejarlo exangüe. Tal vez
algún día los españolitos que estaban tan contentos con esos políticos tan
rumbosos y simpáticos, esos que les “regalaban” los polideportivos multiusos y
los confortables centros de día, se den cuenta de que han sido víctimas de una
estafa colosal que ha arruinado a esta generación y a unas cuantas venideras. Y
tal vez entiendan que esa estafa tenía un nombre: democracia. La democracia nos
roba. En verdad, como cantaba José Luis Perales, nos lo ha robado todo.
Olvida el autor del artículo, quizá por no hacer más sangre, el gran contrasentido de nuestra democracia: los Partidos Políticos y los Sindicatos. Los que se supone que deben ser los mecanismos de participación de la llamada Sociedad Civil en el autogobierno del Estado, o sea organismos nacidos desde la propia sociedad a la que dicen representar y, por tanto, ajenos del aparato estatal, son en España prolongación del conglomerado público: La Constitución de 1978, en su título preliminar (o sea los elementos institucionales básicos), inmediatamente después de la definición del Estado, la unidad de España, de la bandera y la lengua oficial, dedica los artículos 6 y 7 a los partidos y los sindicatos.
ResponderEliminarLa democracia española depende pues de la pervivencia de dos estructuras a las que hay que mantener vivas como sea: gastemos el dinero a espuertas alegremente en ellas, aunque no tengan militantes y, por tanto, no representen a nadie. Eso sí, que sean partidos y sindicatos que no molesten demasiado a quien realmente tenga el poder, y todos sabemos quienes son