martes, 20 de noviembre de 2012

LA DEMOCRACIA NOS ROBA. Jorge Álvarez

RELEXIONES EN UN 20-N
 
 

España está en bancarrota y las próximas generaciones de españoles que consigan evitar la emigración y encuentren trabajo en su patria, van a estar trabajando la mitad de su vida sólo para pagar la enorme deuda contraída por el régimen democrático en los últimos 37 años. La mitad de lo que ganen y la mitad de las horas de esfuerzo que dediquen se lo llevará el estado vía impuestos, pero no se destinará a construir nuevas infraestructuras ni a reformar las ya existentes. Casi todo ese dinero se irá por el monstruoso sumidero de la deuda pública. Los españolitos ya pueden ir grabando en sus recuerdos las carreteras, los hospitales y los colegios de hoy, porque dentro de veinte años seguirán siendo los mismos, pero en estado ruinoso. Apenas se levantarán nuevas instalaciones y las que tenemos se deteriorarán sin posibilidad alguna de reparación. La democracia, a través de los partidos políticos, ha saqueado España brutalmente. No sólo han dilapidado el dinero de los impuestos, sino que también han derrochado y robado ingentes cantidades de fondos de cohesión y estructurales que nos han llegado de Europa en los últimos años, malgastándolos en obras suntuarias de escasa utilidad destinadas a financiar, a través de empresas “amigas”, a los partidos, a los amigos y a los representantes de los partidos. Obras adjudicadas bajo comisiones ilegales y ejecutadas por precios absolutamente desorbitados. Obras destinadas igualmente a comprar votos con dinero público impresionando a los incautos votantes con instalaciones públicas fastuosas pero insostenibles a medio plazo, como ahora resulta evidente. Las universidades públicas de lujo que imparten las mismas titulaciones a setenta kilómetros la una de la otra construidas en el momento en el que la natalidad caía en picado, los aeropuertos sin aviones, las autopistas sin tráfico, los coquetos polideportivos levantados en muchos pueblos semidespoblados en los que solo viven jubilados y también erigidos unos a escasos kilómetros de otros… Ejemplo paradigmático de esta mezcla de dispendio, robo y compro de votos fue la ensoñación zapateril de la “Escuela 2.0” con ordenadores portátiles para cada niño.

Hoy mismo, en la prensa se puede leer cómo la Unión Europea le da un tirón de orejas a nuestros dirigentes políticos: Bruselas exige a España que invierta más en empleo y menos en carreteras.” Y de forma un tanto eufemística, podíamos leer en la misma noticia: “En España ha habido mucha inversión en infraestructuras, muchas de ellas útiles, otras… digamos discutibles.” (El País, 19-XI-12).
 
No deja de resultar llamativo que ningún analista económico o político ni ningún tertuliano televisivo o radiofónico compare la deuda sobre PIB que tenía España hace 37 años con la que tenemos hoy. Pues bien, en 1975, el año en que murió Franco, la deuda sobre PIB era del 13 por ciento, actualmente sobrepasa el 70 por ciento y seguirá creciendo, de forma que los impuestos seguirán subiendo para pagar deuda e intereses, el consumo seguirá cayendo y en consecuencia el paro seguirá aumentando.
 
¿Cuántos parados había en la España de 1975? Medio millón, sobre una población de 35 millones. Ahora estamos en 6 millones de desempleados sobre una población de 47 millones, o lo que es lo mismo, pasamos de un 5 por ciento de paro en la dictadura a un 25 por ciento en la democracia. ¿Cuántos funcionarios teníamos en 1975? Poco más 750 mil frente a los más de tres millones actuales. En la era de la informática, son necesarios menos empleados públicos, no más. Pero los partidos políticos de la democracia tienen muchos “compromisos” que atender, muchos amigos que colocar. Entre derroche demagógico y trinque a manos llenas,  el gasto de las administraciones públicas se ha disparado desde la muerte de Franco y, antes o después, el sistema estaba abocado al colapso. Pero la casta que dirige el sistema no escarmienta y antes que renunciar a sus privilegios prefiere huir hacia adelante acudiendo una y otra vez a los mercados financieros a endeudar más al país.

Hoy mismo: "El Tesoro Público ha adjudicado 4.937 millones de euros en letras a 12 y 18 meses." (Diario el Mundo, 20-XI-2012).

En 1975 nos dijeron que la democracia era la panacea universal, que España prosperaría como nunca y que la entrada en Europa (¿acaso estábamos fuera?) elevaría nuestro nivel de vida. La entrada en las instituciones europeas ha servido para que nuestra industria fuese sacrificada a cambio de unos fondos comunitarios que los políticos emplearon en su propio interés, no en el de la nación. También nos dijeron, imagino que se acordarán, que los millones de inmigrantes que se colaban por nuestras fronteras iban a salvar nuestro sistema de pensiones. El régimen de Franco levantó por primera vez en España un sistema de Seguridad Social moderno y eficaz, que en 1975 era ya casi universal, pues englobaba al 85 por ciento de la población, un hito absoluto en nuestra Historia. La democracia se ha cargado literalmente este sistema y, como era de prever, los inmigrantes, lejos de salvarlo, lo han condenado aún más.

 
Tal vez, algún día, con perspectiva suficiente, la Historia refleje la verdad de lo que ha pasado en España en las últimas décadas. Una verdad evidente, que hoy nadie quiere reconocer. La democracia ha saqueado este país, una vez próspero y unido, hasta dejarlo exangüe. Tal vez algún día los españolitos que estaban tan contentos con esos políticos tan rumbosos y simpáticos, esos que les “regalaban” los polideportivos multiusos y los confortables centros de día, se den cuenta de que han sido víctimas de una estafa colosal que ha arruinado a esta generación y a unas cuantas venideras. Y tal vez entiendan que esa estafa tenía un nombre: democracia. La democracia nos roba. En verdad, como cantaba José Luis Perales, nos lo ha robado todo.

1 comentario:

  1. Olvida el autor del artículo, quizá por no hacer más sangre, el gran contrasentido de nuestra democracia: los Partidos Políticos y los Sindicatos. Los que se supone que deben ser los mecanismos de participación de la llamada Sociedad Civil en el autogobierno del Estado, o sea organismos nacidos desde la propia sociedad a la que dicen representar y, por tanto, ajenos del aparato estatal, son en España prolongación del conglomerado público: La Constitución de 1978, en su título preliminar (o sea los elementos institucionales básicos), inmediatamente después de la definición del Estado, la unidad de España, de la bandera y la lengua oficial, dedica los artículos 6 y 7 a los partidos y los sindicatos.
    La democracia española depende pues de la pervivencia de dos estructuras a las que hay que mantener vivas como sea: gastemos el dinero a espuertas alegremente en ellas, aunque no tengan militantes y, por tanto, no representen a nadie. Eso sí, que sean partidos y sindicatos que no molesten demasiado a quien realmente tenga el poder, y todos sabemos quienes son

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