Con respecto a la segunda línea que señala Powell, podemos encontrar más referencias históricas. De nuevo Madariaga:
“Pero ellos, aun colaborando con los monarcas españoles siempre que necesitaban su protección, seguían trabajando como enemigos políticos de España tanto en Europa como en las Indias”. “Los judíos de España ayudaban a Drake en sus incursiones sobre las costas españolas. En el siglo siguiente, el judío Simón de Cáceres colaboró a la conquista de Jamaica por los ingleses...”[1]
De este siniestro personaje habla con orgullo el periodista judeomallorquín Pere Bonnín en su libro “Sangre Judía”:
“Simón de Cáceres, un judío español, ayudó a los ingleses en la conquista de Jamaica (...) Fue auxiliado en el asunto de Jamaica por Campoe Sabbatha y un hombre llamado Acosta. Este último era criptojudío, y se cree que Sabbatha también lo era. Cáceres sugirió formar una fuerza judía que pelearía bajo la bandera inglesa para conquistar Chile”.[2]
El historiador israelí Haim Beinart menciona otra historia parecida:
“En 1624, un contingente de judíos que en el pasado habían sido conversos navegó desde Amsterdam para tomar parte en la conquista de las provincias del norte de Brasil. Uno de los capitanes de barco era Esteban de Ares de Fonseca, que volvió al judaísmo, aunque después se arrepintió de este acto, regresó a España y reveló a la Inquisición los nombres de aquellos que participaron en la expedición.”[3]
Y Jonathan I. Israel nos habla de otras formas de venganza:
“…pues era notorio que los (marranos) “portugueses” intervenían en la exportación ilegal de plata española hacia el norte de Europa y eludían las numerosas restricciones comerciales con las indias españolas. Existían también pruebas de que muchos de ellos eran responsables de la nociva afluencia a España de falsas acuñaciones de cobre, manufacturadas en Holanda e introducidas clandestinamente, que agravó de forma muy seria el caos monetario de los años 1615-21.”[4]
“La secesión de Portugal estimuló también en gran medida la entrada de aquellos sefardíes en el tráfico europeo de armas y municiones. Antes de 1641, la participación de los judíos en ese mercado era de escasa importancia, reducida a ocasionales fletes de pólvora y materiales navales hacia Marruecos; sin embargo, ahora la mayor parte de las armas, municiones y pertrechos navales que Portugal estaba utilizando en su larga guerra de independencia contra España (1640-1668) provenían de Amsterdam y Hamburgo y los sefardíes eran quienes manejaban la mayor parte de este negocio.”[5]
Todo esto lo corrobora una interesante y poco conocida obra de la época, “Execración contra los judíos”, en la que Francisco de Quevedo escribe al rey Felipe IV:
“Lo segundo, afirmo que sus socorros y letras antes son espías, contra las órdenes de V.M., a sus enemigos, que socorros. Siendo verdad infalible que todos los judíos de España consisten para los asientos en dos cosas, que son caudal pronto y crédito puntual: con el caudal trajinan y negocian, con el crédito socorren. El caudal, como siempre le tienen sus pecados temeroso del Santo Oficio y amenazado de confiscaciones, consiste en moneda y mercancías portátiles y siempre dispuestas a la fuga. El crédito le tienen en Raguza, en Salónique, en Ruán, en Ámsterdam; de manera que dependen para toda la puntualidad y aceptación de sus letras de los que son enemigos de V.M. Pues si son para Flandes, contra los herejes rebeldes, depende dellos propios la paga; si contra los turcos, depende de los propios turcos; si contra los franceses, depende de los franceses; si contra los herejes de Alemania, depende de los mismos herejes la judería de Praga; y si se encendiese guerra en Italia, dependerá de las sinagogas de Roma y Ligorna y Venecia. V.M. sabe si será necesario prevenir esto, pues si se presumiesen rumores entre las armas de V.M. y algunos potentados, podrían estos asentistas judíos ser desde Vuestra corte la mejor parte de sus ejércitos.”[6]
Jacques Attali por su parte, llevado por un orgullo desbordante, también relata en su obra ya citada algunos ejemplos muy poco conocidos, de la actuación de los judíos en contra de los intereses de España:
“En Inglaterra, Joaquín Ganz, cripto judío, es empleado en las minas de cobre, entonces metal estratégico, esencial para la fabricación del bronce en el que se funden los mejores cañones. Él revoluciona la explotación de ese metal, pues reduce la duración del proceso de purificación de dieciséis semanas a cuatro días […] Gantz garantiza así a la marina inglesa una ventaja considerable sobre los simples cañones de hierro con que cuenta la Armada española […]
En 1588, otro converso, el doctor Héctor Nuñes, se entera a través de las redes de mercaderes conversos de la llegada inminente de la flota española, e informa a los monarcas ingleses, los que adoptan las disposiciones necesarias para la defensa del país.
Dos conversos totalmente olvidados por la Historia, Nuñes y Ganz, permiten así que los ingleses venzan a la que se llamaba Armada Invencible…”[7]
“En el Caribe, el armamento naval pirata es casi monopolio judío, con tripulaciones y capitanes judíos.”[8]
Que este odio antiespañol ha perdurado en el corazón de los judíos más allá de lo que podríamos imaginar resulta difícil de creer pero cierto. Todos los historiadores judíos que han escrito sobre el pueblo de Israel, han seguido cargando las tintas sistemáticamente contra España a la menor ocasión. Como ejemplo, una pincelada recogida de la obra de Werner Keller:
“Cuando en 1898 estalló la guerra de América contra España a causa de la isla de Cuba, muchos judíos se presentaron voluntarios. Constituyeron la mayoría de los soldados pertenecientes al regimiento de voluntarios reclutados en Nueva York, y en Filadelfia formaron una legión judía. Cuatro siglos después de que, en 1492, año de la expulsión de los judíos de España, Luis de Torres fuera el primero en pisar el suelo de las Indias Occidentales, el destino quiso que los judíos lucharan al lado de la potencia que expulsó para siempre a España del Nuevo Mundo: perdió la isla de Cuba y el resto de sus posesiones en las Indias Occidentales”.[9]
[1] Salvador de Madariaga, Op. Cit., Espasa-Calpe, 1977, p. 568.
[2] Pere Bonnín, Sangre judía, Flor del Viento, 1998, p. 185.
[3] Haim Beinart, Los judíos de España, Crítica, 1992, p. 121.
[4] Jonathan I. Israel, op. cit., p. 83.
[5] Jonathan I. Israel, op. cit., p. 135.
[6] Francisco de Quevedo, Execración contra los judíos, Crítica, 1996, pp. , 34-35.
[7] Jacques Attali, op. cit., p. 253.
[8] Jacques Attali, op. cit., p. 270.
[9] Werner Keller, op. cit., p. 552.
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