lunes, 4 de junio de 2012

LOS DEMÓCRATEZ (I). Jorge Álvarez.

Retrato de unos españolitos muy modernos
Serie de artículos con pretensiones humorísticas... (según se mire).

Asierito Demócratez
Los Demócratez son una pareja típica de españolitos crecidos y educados en la democracia. Como ellos, hay millones. Tienen  unos cuarenta y tantos años, los dos divorciados de su primer matrimonio canónico y ahora civilmente casados en segundas nupcias. Él, Óscar, estudió Derecho y trabaja en una empresa pública de colocación de amigos fundada por uno de los grandes partidos políticos de nuestra democracia. Es un hombre “moderno” y de “amplias miras”.  Ella, Blanca, estudió filología inglesa y es una mujer totalmente “liberada” y “realizada”. Blanca desarrolla su rol de mujer moderna trabajando de secretaria internacional para una empresa constructora, FACINEROSA (Fomento de Actividades Constructoras INmobiliarias Especulativas Regularmente Onerosas, Sociedad Anónima), en jornadas eternas y extenuantes, obedeciendo sumisamente a su jefe, un hombre que es bastante déspota y que a veces le gasta bromas obscenas. Óscar y Blanca se conocieron en la sala de espera de la consulta de su psicólogo argentino, Daniel Jacobo Verbitsky.


La pareja tiene un hijo, Asier, una tierna criaturita democrática y tolerante de 16 años y 95 kilos, que va por ahí vestido como un perfecto gilipollas, enseñando los calzoncillos, con una gorra puesta del revés, y que se pasa todo el día delante de una pantalla, fija o portátil, con unos auriculares enquistados en las orejas. Los fines de semana gusta de hacer botellón con sus “colegas” hasta altas horas de la madrugada.


En el hogar de los Demócratez resulta tarea difícil encontrar algún libro, pero en cambio, hay un televisor de plasma en cada habitación, incluida la cocina, tres ordenadores estacionarios y dos portátiles. También hay varios dispositivos para videojuegos, claro está. Y cada uno de los tres miembros de la familia tiene un teléfono móvil de última generación que hace de todo.


Óscar y Blanca hablan muy poco entre ellos… salvo cuando discuten. Asier habla aún menos. Sólo suele dirigirse a sus padres para pedirles dinero o para que le compren algo.


Las discusiones entre la pareja son más frecuentes aún cuando se aproxima el fin de mes y se acumulan las devoluciones de recibos bancarios. Blanca gana poco más de mil euros al mes y Óscar ronda los mil ochocientos incluyendo “incentivos”. Se gastan 650 euros en el sueldo de Denisse Segovia, la chacha boliviana que trabaja para ellos, sin contrato y sin papeles. Como Blanca es una mujer del siglo XXI, naturalmente, no piensa renunciar a su trabajo en FACINEROSA. Con sus horarios de oficina y su horita de gimnasio tres días a la semana, Blanca siempre llega a casa muy tarde y muy cansada, razón por la que no puede vivir sin Denisse (y sin Daniel Jacobo Verbitsky).


Óscar y Blanca se pasan la vida quejándose de las mismas cosas recurrentes: lo “duro” que trabajan - según el estúpido anglicismo calvinista tan en boga (¿acaso se puede trabajar blando?) - lo poco que les pagan, el poco tiempo que tienen (que no les impide promediar unas tres horas diarias de telebasura) y lo caro que está todo. Realmente suelen competir, incluso discutir, al llegar a casa cada tarde-noche, por ver cuál de los dos está más cansado y cuál de ellos ha tenido un día más “duro” y más “marrones” que solucionar en el “curro”. Les encanta presumir de lo bien que hacen su trabajo y de las altas responsabilidades que recaen sobre ellos en sus empresas (lo cual es falso). Incluso alardean entre sí y con los amigos (que son idénticos a ellos, diríase que clónicos) de lo estresados que están. Y, por supuesto, consumen elevadas dosis de antidepresivos (que les receta Daniel Jacobo Verbitsky).


Óscar y Blanca tienen una pandilla de amigos, los Tolerantez, los Progrez y los Pluralez, matrimonios de su edad, con los que suelen salir los viernes o los sábados a cenar y algunos domingos a comer. El sábado a mediodía queda reservado para hacer la compra masiva en algún despersonalizado centro comercial. Muchos días se ven en casa de algún integrante de la pandilla. Como casi todos viven en adosados, en cuanto sale un día bueno suele haber barbacoa. Algún día del fin de semana toca restaurante, normalmente un lugar tipo franquicia, con decoración supuestamente “fashion” y comida previsible disfrazada de innovadora. Cuando se juntan, sus conversaciones suelen ser tan previsibles como la comida. Si conversan todos entre sí, casi siempre hablan de dinero, de casas e hipotecas, de lo que alguno se ha gastado en una reforma o en un coche, de personajes que han visto y de cosas que han oído en alguno de esos programas de telebasura que todos ven con deleite (a pesar del poco tiempo que tienen). Al cabo de un rato, aunque todos son muy modernos, los hombres se van  juntando para hablar de fútbol (y de “tías”, cuando sus mujeres deciden dar un paseo) y ellas para hablar de los niños, de los colegios, de sus experiencias en los partos y de lo que pagan a sus chachas “sudacas”.


Óscar y Blanca tienen un concepto bastante alto de sí mismos, y, francamente, cuesta entender por qué. Son tan idiotas que se han creído eso de que forman parte de la generación mejor preparada de españoles de la Historia y se consideran individuos modernos, formados e informados, de mentalidad abierta y amplitud de miras, cuando la verdad es que no son más que un par de zoquetes presuntuosos. Ninguno de los dos ha tocado un libro desde que acabó los estudios. Ninguno de los dos compra ni lee el periódico habitualmente. Las únicas incursiones en la lectura de nuestra pareja ocurren cuando Óscar ojea el Marca mientras se toma el café en el bar que hay al lado de su oficina o cuando Blanca lee el Hola en la peluquería. Ninguno de los dos tiene ideas fundadas de casi nada, pero ambos opinan de casi todo. Su única fuente de conocimiento son, en ocasiones, los informativos de televisión y la radio. Internet lo usan básicamente para monear. Realmente lo único que les preocupa es que a su rutinaria existencia nunca le falten las comodidades propias de la sociedad moderna. Esta carencia de cultura y de principios les facilita adoptar una ficticia pose de tolerancia y moderación, que en la realidad no es más que la consecuencia de su falta de interés por los grandes asuntos y de su pereza intelectual. Aceptan como propios todos los tópicos de la corrección política y se sienten muy satisfechos de ser individuos modernos, progresistas, siempre dispuestos a adaptarse a los cambios sociales y muy abiertos a la evolución. Y, por supuesto, son profundamente demócratas.


A pesar de que discuten y se insultan casi a diario con una agresividad bastante sañuda, son pacifistas convencidos. Por eso, en su casa jamás han entrado juguetes bélicos. Asierito nunca ha tenido soldaditos en miniatura, ni revólveres del Oeste ni espadas de plástico. Naturalmente, nada de esto impide que el niño se pase horas en el ordenador con videojuegos que consisten en disparar compulsivamente contra la gente con un realismo estremecedor. Y por supuesto, su  supuesta educación pacifista y tolerante, nunca le ha impedido meterse en absurdas peleas en el colegio o en la calle por los motivos más peregrinos y banales que cabe imaginar.


Óscar y Blanca se casaron por la Iglesia con sus anteriores y respectivas parejas y, como no podía ser de otra forma, formalizaron su nueva unión civilmente. Realmente ni eran católicos antes ni lo son ahora. Aunque no acuden nunca a Misa, Asierito hizo la Primera Comunión, claro está. Y con un traje que recordaba al de un almirante de la flota turca de Solimán el Magnífico. La celebración fue por todo lo grande, incluso tuvieron que pedir un crédito para pagarla. Les costó la Comunión de Asierito casi lo mismo que sus tres bodas juntas. A pesar de tanto boato, Óscar y Blanca pasan olímpicamente de los curas, del Papa de Roma y de la Iglesia. Consideran que todo ese rollo es una antigualla franquista y que no va con ellos, preclaros exponentes de la modernidad. Y, naturalmente, Asier desde su Primera Comunión, no ha vuelto a pisar una iglesia. Como tantos chavales de la España democrática, su Primera Comunión fue, al mismo tiempo, la última.


Óscar, Blanca y Asier no saben conversar pero odian el silencio. El chico no se quita los auriculares ni cuando cena con sus padres, pero considerando que éstos, a fin de cuentas, están absortos viendo algún programa de cotilleos en la televisión, no pasa nada. La cena consiste en cuatro guarrerías congeladas. Ninguno de los Demócratez tiene tiempo para comprar comida fresca a diario y mucho menos aún para cocinar. Asierito cena rápido una pizza congelada tan descomunal como repugnante y regresa raudo a sentarse delante de su ordenador. Óscar y Blanca se quedan frente al televisor hasta que deciden retirarse al dormitorio… para seguir viendo la tele desde la cama. Cuando comen los tres juntos fuera de casa -habitualmente los sábados en alguna hamburguesería americana, de esas que expenden basura disfrazada de comida, en el centro comercial al que han acudido a comprar - componen un  cuadro que refleja a la perfección la idiocia de la sociedad actual. Mientras el muchacho, con los auriculares en las orejas y sin dejar de mirar una maquinita, engulle con las manos una espeluznante masa pringosa de veinte centímetros de altura desencajando la mandíbula como una boa, al tiempo que ríos de kétchup y mayonesa mezclados con restos de lechuga y tomate fluyen viscosamente desde las comisuras de sus labios hasta la bandeja de plástico, sus padres dan cuenta de una especie de pollo rebozado sin cruzar palabra. Ella ojea un catálogo del centro comercial y él manipula su teléfono móvil de última generación. Podían comer en mesas separadas y daría lo mismo. Incluso si comiesen en restaurantes diferentes… 


Por la mañana los tres desayunan juntos. Asier ya tiene colocados los auriculares, tal vez ha dormido con ellos, y sus padres ven la televisión de la cocina.
(continuará)

6 comentarios:

  1. ¡Cuántas verdades amigo! Espero ansioso la segunda parte. Mi más sincera enhorabuena camarada. Un saludo.

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  2. Gracias por tus palabras de ánimo. Espero no defraudar en próximas entregas. Un cordial saludo.

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  3. Desconfío de las aventuras de los Demócratez. No por la falta de talento del autor sino porque los personajes son - como sus inspiradores de la vida real - tan profundamente anodinos y vacíos, que ni un Miguel de Cervantes podría sacar nada de esta escoria. Decía no se que escultor que para conseguir una estatua bastaba con quitar al mármol el sobrante, o sea lo que no sirve. Me parece que de muchos de nuestros compatriotas quitas lo inútil y te quedas ... con nada. Mucho ánimo, pero comno no los pongas de árboles de la Castellana - antes Paseo del Generalísimo - no creo que consigas mucho de esta familia.

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  4. Se me olvidaba. Asierito ha quedado muy favorecido en la ilustración

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  5. Los personajes son así, que le voy a hacer. No obstante, amigo Salvador, intentaré sacarles partido. Gracias y un saludo.

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    1. De nada. TE recomiendo incluir un perrito en la familia: algo así como el chucho de la Familia Trapisonda de Ibáñez. LEs daría un toque de cordura.
      Abrazos

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