La colonización de los territorios ocupados
Moshé dayan y Yigal Allon
La victoria israelí en la Guerra de los Seis Días dejó bajo control judío
nuevos territorios. La península del Sinaí (prácticamente despoblada), la
pequeña franja de Gaza, los Altos del Golán y Cisjordania. Este territorio
arrebatado al reino hachemita de Jordania fue el botín más valioso que los
israelíes obtuvieron en la guerra. Para los judíos, Cisjordania formaba parte
del Eretz Israel irrenunciable. Antes de que aceptasen por conveniencia el plan
de partición de 1947, los sionistas incluían estas tierras dentro de su futuro
estado judío. Para ellos, no se trataba de Cisjordania, sino de Judea y
Samaria. Además, dentro de este botín se hallaba la parte oriental de Jerusalén,
de forma que los israelíes controlaban ahora la Ciudad Santa en su totalidad.
El control de Cisjordania, desde un punto de vista militar permitía a Israel
aumentar la profundidad de su territorio y fijar la frontera oriental en el río
Jordán y el Mar Muerto, en una línea con defensas naturales; es decir, el
estado judío mejoraba notablemente su posición geoestratégica. Sin embargo,
esta flamante anexión acarreaba un molesto problema, porque en estas tierras
vivían cerca de un millón de árabes, muchos de ellos expulsados o descendientes
de los que habían sido expulsados de sus tierras veinte años antes. ¿Qué hacer
con ellos?
El gabinete israelí presidido por Leví Eskhol se mostraba entusiasmado ante
la ganancia territorial, pero incómodo con la enorme población árabe y a buen
seguro hostil que había quedado bajo su control. Cuando la ministra de Asuntos
Exteriores Golda Meir preguntó a Eskhol que pensaba hacer con ese millón de
árabes, el Primer Ministro le contesto, “Te gusta la dote, pero no la novia”. Y
ciertamente, el símil, aunque cargado de cinismo, no andaba descaminado. ¿Qué
hacer con la “novia”? Esa era la cuestión. Casi todos estaban de acuerdo en que
no era aconsejable anexionarse los territorios oficialmente, pues ello
obligaría a otorgar la nacionalidad israelí al millón de árabes de Cisjordania,
algo totalmente impensable para los dirigentes sionistas, que no estaban
dispuestos a que Israel dejase de ser un estado mayoritariamente judío. Y un
millón de árabes más con sus altas tasas de natalidad, era una bomba
demográfica para Israel. Siete semanas después del final de la guerra, el 26 de
Julio de 1967, los dirigentes israelíes
comenzaron a debatir opciones, pero siempre partiendo de la base de que no
renunciarían a su presencia militar en Cisjordania y tampoco se anexionarían
formalmente el territorio.
Al final, sin llegar a adoptar oficialmente ninguna decisión, el gabinete
optó por aplicar a Cisjordania una política basada en la mezcla de dos planes
de actuación, los que diseñaron y presentaron Yigal Allon y Moshe Dayan.
El primero proponía efectuar una anexión “de facto” de la parte oriental de
Cisjordania, es decir la llanura del valle del Jordán y la orilla noroccidental
del Mar Muerto. Estas tierras tenían un alto valor estratégico, controlaban
enormes recursos hidrícos y la presencia de árabes palestinos era escasa. Esta
franja alargada en sentido Norte-Sur sería militarizada y colonizada. La zona
comprendida entre estos territorios y la frontera oficial de Israel, es decir, las
tierras altas del interior de Cisjordania, en las que se concentraba la mayor
parte de la población árabe en ciudades como Jericó, Ramala, Tulkarem o Hebrón,
se devolvería a la soberanía jordana, a la que igualmente se transferiría Gaza,
o sería declarada territorio autónomo. Como estas tierras quedarían aisladas
del reino hachemita por la franja ocupada por Israel en las orillas del Jordán
y del Mar Muerto, se abriría un estrecho corredor que las comunicase con
Jordania. El principal problema de este plan era que dependía de que el monarca
jordano Hussein accediese a renunciar a la mitad del territorio que le acababan
de arrebatar en la guerra a cambio de recuperar la otra mitad en unas
condiciones difíciles de asumir. Recibiría un territorio fragmentado en tres
secciones aisladas y rodeadas por territorio israelí o por zonas controladas
por el ejército israelí. Sencillamente, aunque quisiese, no podía hacerlo.
El plan de Dayan consistía básicamente en establecer una cadena de bases
militares permanentes en las zonas altas de Cisjordania que dominan el acceso
al valle del Jordán. Estas bases a las que Dayan denominó “los cuatro puños”,
se instalarían junto a cuatro grandes poblaciones árabes, de forma que
sirviesen para controlar la frontera jordana desde posiciones ventajosas y al
mismo tiempo para intimidar a la población palestina.
Aunque ninguno de estos planes fue formalmente aprobado, algunas líneas de
ambos se comenzaron a aplicar de forma extraoficial. Por supuesto, Cisjordania
no fue anexionada oficialmente a Israel ni devuelta la soberanía de ninguna de
sus áreas a Jordania. Pero el ejército israelí comenzó a levantar instalaciones
militares con evidente vocación de permanencia. La colonización de los
territorios por colonos civiles no resultaba aconsejable en gran escala, al
menos hasta que el ejército finalizase su labor de asentamiento y control de
Cisjordania.
Seis años después el ejecutivo israelí presidido por Golda Meir retomó el
asunto de Cisjordania. En Agosto de 1973 el ministro sin cartera Israel Galilee
presentó al gabinete un documento en el que se diseñaba de forma clara y
rotunda por vez primera un plan para la colonización de los territorios
ocupados, contraviniendo las resoluciones de la ONU. Este documento proponía,
con ayudas gubernamentales, fomentar la instalación de industrias israelíes en
los territorios ocupados y fomentar la compra de tierra para la construcción de
asentamientos para colonos judíos. Es decir, contenía las líneas maestras del
proceso de colonización-usurpación de Cisjordania que dura hasta nuestros días.
Después de la victoria israelí en 1967 apenas unos pocos colonos judíos, dos
o tres mil, se establecieron en Cisjordania hasta 1973. A la colonia de Kfar Etzion,
al sur de Jerusalén, establecida en Septiembre de 1967 no le siguieron muchas más.
Sin embargo, en 1973 después de la aprobación del plan recogido en el documento
Galilee y de la sufrida victoria israelí en la guerra del Yom Kippur, la política
de colonización de los territorios ocupados pasó a convertirse en una prioridad
para los dirigentes sionistas. Poco o nada les importó que esta política fuese
absolutamente contraria al Derecho Internacional y a las resoluciones de la
Naciones Unidas. Hacia 1986 ya había cerca de cincuenta mil colonos judíos en
Cisjordania, en 1992 cien mil, doscientos mil en el año 2000 y cerca de medio
millón en la actualidad. Las colonias judías están desperdigadas por toda
Cisjordania y al estar comunicadas unas con otras y todas con el territorio
israelí mediante una red de carreteras, circunvalaciones y “autopistas solo
para judíos”, las poblaciones de árabes palestinos se encuentran aisladas unas de
otras, lo que complica enormemente la vida a sus habitantes, dificulta las
relaciones familiares y económicas y hace casi imposible ejercer un control
efectivo del territorio a las autoridades palestinas. Además, los asentamientos
judíos suelen ocupar las zonas más altas y con mejores recursos hídricos. De
hecho, los asentamientos israelíes repletos de jardines y huertos, explotan los
acuíferos en su provecho de forma intensiva y derrochadora, en perjuicio de los
campesinos palestinos.
La colonización ilegal y salvaje de Cisjordania prosigue en la actualidad
ante la indiferencia de la comunidad internacional y el apoyo indisimulado de las
diferentes administraciones norteamericanas, sean demócratas o republicanas.
Los judíos se han quedado finalmente con la dote después de haber repudiado a la novia.
Los judíos se han quedado finalmente con la dote después de haber repudiado a la novia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario