Ha pasado casi totalmente
desapercibido el 70 aniversario del bombardeo de Bari, acaecido en Diciembre de
1943, cosa curiosa si tenemos en cuenta que fue el único bombardeo de la
Segunda Guerra Mundial en el que se liberó gas mostaza y que causó la muerte a
centenares de víctimas, muchas de ellas civiles.
A finales de 1943 los aliados,
que habían desembarcado en Italia confiados en que efectuarían un rápido avance
por la península que les llevaría en cuestión de semanas a las puertas del sur
de Alemania, se encontraban desconcertados ante la tenaz resistencia de un
puñado de divisiones alemanas. Literalmente se habían estancado al norte de
Nápoles, incapaces de romper las defensas alemanas que cerraban el paso a Roma,
con líneas defensivas en profundidad que atravesaban la bota italiana de costa
a costa.
El alto mando del ejército
americano pidió al presidente Roosevelt que autorizase el envío de un gran
cargamento de proyectiles de gas mostaza con destino al frente italiano. La
utilización de armas biológicas y químicas estaba prohibida desde el Protocolo de
Ginebra de 1925. Teniendo en cuenta que a finales de 1943 los alemanes llevaban
más de cuatro años en guerra, que su esfuerzo militar se volcaba desde hacía
dos años y medio en una guerra dantesca contra la Rusia soviética en la que
ningún bando respetaba la Convención de Ginebra y que en ningún momento la
Wehrmacht había empleado gases, ni tan siquiera en el frente ruso, resulta un
tanto extraño este repentino interés de los americanos por enviar armas
prohibidas al frente italiano.
El siniestro cargamento de dos
mil granadas 2000 M47A1 cada una de ellas con unos treinta kilogramos de gas
mostaza fue embarcado en absoluto secreto en las bodegas del mercante artillado
USS John Harvey, un buque de carga de la clase Liberty. El John Harvey con su
letal y ultrasecreto cargamento llegó al puerto de Bari el 27 de Noviembre de
1943.
Bari se había convertido en el
principal puerto por el que llegaban suministros al VIII Ejército británico que
intentaba avanzar hacia el norte por el este de los Apeninos, a la par que el V
Ejército lo hacía por el oeste de la cordillera.
Los alemanes planearon un audaz
ataque aéreo contra este puerto, en el que se agolpaban decenas de cargueros
repletos de suministros en espera de que les tocase el turno de efectuar la
descarga de sus bodegas repletas de armas, municiones, combustible…
Considerando la abrumadora superioridad aérea de los anglosajones, el ataque al
puerto de Bari era sin ninguna duda, una iniciativa audaz.
El capitán del John Harvey,
parece ser que era uno de los pocos tripulantes que sabía qué tipo de carga
albergaban las bodegas de su barco y también sabía que la naturaleza de este
cargamento constituía alto secreto. Cuando se enteró de que había muchos barcos
antes que el suyo para efectuar la descarga se enfrentó al dilema de revelar a
las autoridades portuarias británicas la urgencia que requería la naturaleza de
su cargamento violando el carácter secreto del mismo o mantener el secreto y
esperar pacientemente el turno de descarga, como uno más de los muchos cargueros
que esperaban en la ensenada. Eligió esto último.
A las 19:30 horas del 2 de
Diciembre de 1943, cuando el John Harvey con sus bodegas repletas de armas
prohibidas llevaba cinco días esperando su turno de descarga en el puerto de
Bari, un centenar de bombarderos Junkers 88 amparados en la oscuridad de la
noche, atacaron con precisión y audacia a los barcos fondeados. En menos de
veinte minutos la aviación alemana hundió diecisiete barcos, destruyó otros
once y dañó severamente una docena más. Un balance muy similar al de Pearl
Harbor.
Uno de los barcos destruidos fue
el John Harvey. Las bombas de la Luftwaffe hicieron explotar las granadas que
albergaban sus bodegas, cargadas de gas mostaza. Y la columna de fuego, humo, y
gas se elevó hacia el cielo y se desperdigó por toda la zona.
El alto mando aliado
inmediatamente ordenó un total apagón informativo. Como los médicos que debían
atender a los heridos no sabían que muchos de ellos estaban afectados por gas
mostaza, fueron incapaces de aplicar el tratamiento debido. Un centenar de
militares, muchos de ellos marinos que se encontraban a bordo de buques
próximos al John Harvey, murieron víctimas del gas. Y varios centenares de
civiles italianos corrieron la misma suerte. La censura militar aliada ha hecho
imposible que se sepa exactamente la magnitud de esta tragedia. Porque ni los
familiares de las víctimas pudieron saber de qué habían muerto sus allegados.
Churchill mismo, informado urgentemente por los americanos de lo que había
ocurrido, dio órdenes taxativas a la censura militar de que se difundiese a los
medios de comunicación que todas las muertes de civiles de Bari se habían
debido a la brutalidad del ataque alemán.
¿De verdad creían los americanos que los alemanes, que
nunca habían usado gas, ni tan siquiera en Stalingrado, lo iban a usar en
Italia contra sus penosas tropas?
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