En este blog me defino como
militante falangista desde 1977. Como hablo mucho de Historia y no oculto en
absoluto mis simpatías por el bando que perdió la Segunda Guerra Mundial, hay
quien piensa que soy nazi. Siento decepcionar a quienes así piensan. Lo voy a
explicar una vez, porque las cosas que son evidentes, no requieren insistir en
ellas… ¿O sí?
Vengo del
nacionalsindicalismo que me enseñaron en FE de las JONS unos tipos que tenían,
por lo menos, 30 años más que yo en 1977. Casi todos los tipos que tuve como
jefes y adoctrinadores en mi inmersión falangista en la transición pertenecían
a la generación nacida durante o justo después de la guerra y la mayoría habían
sido poco más que ascensoristas en “los sindicatos”, instructores del “Frente
de Juventudes”, profesores de “FEN” y de Educación Física en colegios e
institutos, auxiliares administrativos en algún ministerio... (En esa época, la
mayoría de los ”falangistas y franquistas” instalados en las esferas de poder
del Movimiento Nacional hacía ya seis o siete años, como poco, que habían ido “moviéndose”
para estar colocados en la “pole position” en la inminente caída del Régimen
del 18 de Julio a la muerte de su fundador).
Fueron realmente tipos culturalmente
muy limitados - pero que seguían fieles a un ideal supuestamente falangista
cuando ya casi nadie creía en él - y que habían subsistido trabajando para el
estado franquista, los que me enseñaron que la Falange no tenía nada que ver con
el franquismo, con el fascismo y mucho menos aún con el nazismo y que aspiraba
a la implantación de una auténtica democracia, la democracia orgánica, basada
en la familia, el municipio y el sindicato. Me inculcaron también la extraña
teoría de que la Falange, dado que no era un partido, sino un movimiento, no
aspiraba a un régimen de partido único y que una vez alcanzado el poder, no
sólo disolvería todos los partidos políticos de izquierdas y derechas, sino que
también se disolvería a sí misma para instaurar la Revolución
Nacional-sindicalista. El ideario de la Falange era algo único, aséptico,
incontaminado y nunca bien comprendido y mucho menos aplicado. No era fascista,
franquista, ni totalitario. Había surgido de la mente privilegiada de José
Antonio – y en menor medida de las de Ramiro y Onésimo – como por revelación
del Espíritu Santo. No importaba el contexto histórico en el que se fue
fraguando ese ideario, no existían las influencias de pensadores anteriores – como
mucho se admitía cierta herencia “orteguiana” aunque ninguno había leído ni una
línea de Ortega – y mucho menos las de pensadores o movimientos afines
extranjeros. Como colofón a tanto despropósito, estos personajes, tremendamente
críticos con el franquismo para el que habían trabajado toda su vida, estaban
realmente obsesionados con la idea de un falangismo desprovisto de cualquier
connotación autoritaria, cuando ellos en sus modales y actitudes eran lo más
parecido que uno se podía encontrar a un sargento chusquero.
Con 16 años yo pensaba
que esos tipos tan curtidos en falangismo eran de fiar. Y durante mis primeros
años de militancia estuve repitiendo como un papagayo todas las consignas que
me habían inculcado y, lo que es peor, inculcándoselas a otros jóvenes que se
incorporaban a las filas azules
Tardé unos años y unas
cuantas lecturas en entender que en realidad lo que me habían enseñado no era
falangismo. En verdad era el falangismo domesticado por Franco después de la
derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial. El falangismo de José Luis Arrese,
bientencionado, y honesto, pero no ortodoxo. El falangismo enquistado en el
régimen, subsumido por él y desprovisto de su espíritu auténtico. Poco a poco
fui comprendiendo que la Falange era, como fuera de España todo el mundo
siempre supo y sus enemigos también, el fascismo español.
Los falangistas
alcanzaron su máxima cota de poder, 1940-41, en los momentos en los que parecía
que el Eje ganaría la guerra. En ese momento, en el que se veía posible que la
Falange llegase a imponerse totalmente sobre las demás familias del régimen
franquista, el discurso político y la estética de los falangistas era totalmente
fascista, su identificación con los regímenes de Italia y Alemania era absoluta
y los contactos a todos los niveles entre las organizaciones falangistas y las
nazi-fascistas eran estrechos y permanentes. Los cuadros de esta Falange fascista
no se nutrían precisamente de arribistas, sino mayoritariamente de “camisas
viejas”, falangistas de la primera hora, falangistas que en muchos casos habían
conocido y tratado a José Antonio y que habían sobrevivido a los años de atroz
persecución frentepopulista. No cabía atribuirles falta de formación, ni mucho
menos de militancia y compromiso. Esta fue la auténtica Falange.
Revolucionaria, jerarquizada, totalitaria, combatiente, antidemocrática, social
y nacional y solidaria con el destino de Europa y decididamente resuelta a
incorporar a España al Nuevo Orden Europeo que debía surgir de la victoria del
Eje.
La derrota alemana
acabó con la Falange aunque realmente, los sucesos de Begoña en el verano de
1942 ya la habían dejado tocada. Una caterva de generales reaccionarios,
sobornados generosamente por el Foreign Office británico y apoyados por los
obispos, se conjuró para impedir que el proyecto fascista de la Falange se
consumase. Ese verano, la Falange dejó de existir y la derrota del Eje no hizo
más que consumar este destino. Lo que vino después fue otra cosa. La Falange domesticada,
dócil al régimen, sin garras ni dientes. Pero, conviene recordar, que después
de la victoria aliada, no había alternativa. El régimen debía hacer un lavado
de cara si quería sobrevivir. Y sobrevivió, lo cual fue incuestionablemente
bueno para España. En un mundo gobernado por el comunismo y las plutocracias
judeo-anglosajonas, España fue, en verdad y hasta 1975, la reserva espiritual
de occidente. Tal vez, en una curiosa inversión de flujos históricos, hoy lo
sea Rusia.
No obstante, lo más
curioso de todo esto, es que a la muerte de Franco, las organizaciones Falangistas,
a pesar de sus aparentes discrepancias, más basadas en personalismos que en
ideas, estaban todas absolutamente abducidas por el falangismo “arresista”, por
ese falangismo desfascistizado y democrático-orgánico. Y a los jóvenes que en
la transición nos acercamos a estas organizaciones azules con ánimo de luchar
por España, realmente nos vendieron, con un envoltorio formal falangista, otro
producto.
Y lo peor de todo es que casi todos los dirigentes de las organizaciones falangistas de hoy en día, compraron este producto cuando eran jóvenes, lo dieron por bueno y, sin la más mínima reflexión política ni histórica, lo siguen vendiendo como si fuese bueno.
Y lo peor de todo es que casi todos los dirigentes de las organizaciones falangistas de hoy en día, compraron este producto cuando eran jóvenes, lo dieron por bueno y, sin la más mínima reflexión política ni histórica, lo siguen vendiendo como si fuese bueno.
Estoy de acuerdo en lo de Rusia. Lástima de clima y de idioma...
ResponderEliminarNo nos queda sino ayudarnos entre nosotros, porque esto se hunde sin remedio, porque lo están hundiendo los amos del mundo a propósito, y solo lo parará Cristo al final de los tiempos.
Una reflexión digna de elogio. Valiente y sincera. Sólo me queda una duda... y ahora hacia dónde vamos? Qué hay de los que no tuvimos tus inquietudes Politicas con 16 años ( ni tampoco despues..) ahora no sabemos donde mirar. No nos vemos reflejados en esta "casta" política que, desde luego, a mi no me representa.
ResponderEliminarSe puede hacer algo para no caer en la desesperanza? Todos lo necesitamos..... Tú diras..
Estimado Jorge:
ResponderEliminarAcabo de terminar de leer tus artículos sobre la historia de los judíos, los cuales me parecen interesantísimos. No encuentro la manera de comunicarme contigo vía mail, por lo que dejo este comentario con la esperanza que lo leas.
Echo en falta algún capítulo más, sobre todo del siglo XIX y XX, periodos que prepararon y desembocaron en la 1ª y 2ª Guerra Mundial, provocada, según creen varias personas y yo me incluyo en ellos, por los banqueros judíos de Wall Street y Londres.
Estoy recopilando información sobre estos "elementos" para mi segundo libro, después de terminar el primero "Las Putas del Holandés", que trata sobre la Segunda Guerra Mundial.
Un saludo y enhorabuena por tu blog.
Pablo F. Campos.
Soy de la misma opinión que tú Jorge. He militado en el falangismo durante años y coincido plenamente con tu escrito. Cuantas veces habré sido menospreciado -y hasta insultado- por algunos "sanedrines azules" por decir que si me pillan los años 30 hubiera sido partidario del Eje con los ojos cerrados y por decir que la División Azul no fue solo a luchar contra el comunismo, sino contra la democracia liberal también para crear el llamado Nuevo Orden Europeo.
ResponderEliminarComo bien dices, las falanges oficiales hoy siguen la "vía Arrese", que no hizo otra cosa que entregar la Falange a los intereses del régimen.